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Redes ocioimproductivas

Redes ocioimproductivas

Por Fernando Franco Jubete
lunes 18 de junio de 2012, 17:30h
El estrepitoso fracaso de la salida a Bolsa de las acciones de Facebook ha provocado no sólo una oleada de noticias y comentarios en todos los medios de comunicación, sino una valoración más profunda por diversos analistas financieros y lo que es más interesante su reflexión sobre la sostenibilidad económica y el futuro de las redes sociales.
   
Porque resulta que Facebook, que tiene la capacidad de mantener enganchados durante muchas horas al día a novecientos millones de personas que le han otorgado el derecho irrevocable y perpetuo a almacenar, utilizar y difundir todos sus datos personales, sus actividades e ideas, incluso su intimidad, no ingresa más que 3,2 Euros por usuario al año. Una cesión absoluta que supone la pérdida gratuita de la privacidad de los novecientos millones de usuarios que están dispuestas a colgar 83 millones de fotografías al año pero que, sin embargo, no son clientes de Facebook. No se gastan su dinero en Facebook, sólo le entregan su intimidad.
   
Por esta razón, en el año 2011 Facebook alcanzó unos ingresos de 2900 millones de Euros, el 85% en publicidad, que indica una escasa capacidad recaudatoria pero un enorme patrimonio estadístico, porque posee el perfil detallado de novecientos millones de personas. Una empresa virtual con la filosofía de Internet y su drama productivo: la gratuidad de la comunicación y la información con una enorme capacidad de penetración pero con un rendimiento económico muy limitado.
   
Internet es la mayor revolución social y cultural de la historia de la humanidad pero es, sobre todo, ocio barato, ocupación gratuita y, por lo tanto, una productividad muy reducida para las empresas digitales que ofertan bienes virtuales. Es un servicio público que no se puede transformar en negocio. Sólo las empresas que utilizan Internet para distribuir bienes materiales, para vender directamente al consumidor sus productos a través de sus tiendas virtuales, consiguen reducir sus costes comerciales y de distribución y elevar su productividad.
   
El éxito de Internet y de las redes sociales se fundamenta en el ocio que crean los propios usuarios sin obtener remuneración alguna. Nadie cobra por exponer sus conocimientos, sus ideas o sus gustos. Nadie cobra por escribir un blog, por recomendar, orientar o informar a sus usuarios. Nadie cobra por contribuir a Wikipedia con sus conocimientos científicos redactados impecablemente con esfuerzo y dedicación o por ofrecer una página web con la producción literaria o científica de un excelente autor. Incluso ya hay aficionados a la pornografía que la ofrecen gratuitamente.
   
Si además valoramos la pérdida de tiempo, potencialmente  productivo, que los usuarios de Facebook roban a su dedicación profesional y durante su jornada de trabajo, podemos afirmar que constituye una dedicación perniciosa para la economía de las empresas, de la sociedad. Incluso la calidad de su ocio ante la pantalla del ordenador, escribiendo incorrectamente vulgaridades y corrompiendo el lenguaje, constituye una lamentable, sedentaria e insana pérdida de tiempo, aunque, eso sí, con una gran capacidad de penetración comunicativa.
   
Incapacidad para generar ingresos, ocio gratuito de mala calidad y destrucción de la productividad laboral, son razones que no justifican que Facebook sea una de las empresas más valoradas del mundo. Por lo visto, antes de su salida a Bolsa nadie había reflexionado sobre que, su auténtico valor económico y patrimonial, nunca podía ser sesenta veces superior a sus beneficios previstos para el año 2012. Sólo cuando los analistas financieros se han enterado de ello y de que su valor en Bolsa, con la referencia de otras empresas semejantes, no debería superar diez o doce veces sus beneficios esperados, han comenzado a deducir que Facebook y todas las empresas virtuales, que ofertan servicios gratuitos y crean pocos puestos de trabajo, pueden ser la próxima burbuja financiera.    

Particularmente cuando sus anunciantes comprueben que los millones de usuarios no pinchan ni leen jamás los banner de publicidad,  comprueben su reducida eficacia y decidan retirarlos y con ellos el principal ingreso de las redes sociales. Lo peor es que, cuando esto ocurra, las redes sociales tendrán que conseguir ingresos como sea. Por ejemplo comercializando su patrimonio más valioso, el estadístico, es decir los perfiles detallados de sus usuarios y sus datos íntimos entregados gratuitamente.

Fernando Franco Jubete. Ingeniero Agrónomo, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia.
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