Otro plan de estímulo... ¡Salvados!

Sí, claro, es una buena noticia. Una gota de agua en el desierto, pero una buena noticia. Que el Gobierno regional y los agentes económicos y sociales se dispongan a fabricar un nuevo plan de estímulo para el crecimiento de la economía y del empleo es, por supuesto, una buena noticia. Y si se trata de un plan con efectos a corto plazo (2012-2013), mejor. Sobre todo en estas fechas de pánico político-mediático y de pesimismo generalizado.

Otra cosa es, en fin, que el flamante anuncio se quiera elevar a la categoría de los Pactos de La Moncloa... ¡Los Pactos del Colegio de la Asunción! Nada más y nada menos.

Parece un tanto excesivo. Sobrevalorar una buena intención cosecha casi siempre ciertos efectos de desengaño. Y no está el horno para alimentar, ahora, depresiones anímicas generalizadas.

Menos aún, si cabe, cuando es bien sabido que los recursos públicos descienden año tras año y, los que quedan, se destinan fundamentalmente a tapar las vías que ha abierto la propia estructura administrativa. Si no hay recursos, salvo para mantener en funcionamiento la cosa pública autonómica, el bienintencionado acuerdo para promover otro plan de estímulo económico se puede quedar en un buen gesto. En un intento de administrar la miseria.

Y, por otro lado, ¿no era éste el año dedicado a la promoción de empresas?, ¿o es que el nuevo celofán de colores envuelve al anterior?

Algo distinto sería, claro, si el presidente Herrera, Tomás Villanueva y Pilar del Olmo hubieran anunciado un plan para recortar el gasto corriente, por ejemplo, en 1.500 millones de euros. Es decir, un gran acuerdo social y político que permitiese, al menos, duplicar la inversión productiva de la Junta en 2013. Eso sí sería ilusionante. Relativamente, ya, pero ilusionante. Seguro. Porque supondría elevar la cifra de inversión de este año (menos de 1.250 millones) a casi 2.750 millones de euros.

Pero no. Lamentablemente no van por ahí las buenas intenciones de los Pactos del Colegio de la Asunción. Porque el devenir político del presidente Herrera transita por aguas más calmadas. El presidente se ha apuntado desde el inicio de sus mandatos a la discreción (término que no es sinónimo de eficacia) y es enemigo de seguir estelas políticas de nadie, por innovadoras que parezcan. Y menos, si cabe, de la lideresa de Madrid.

El resultado es que la agenda política del Gobierno regional, como la de la mayoría de las autonomías, ha contribuido a lograr el mayor descrédito de España como país de los últimos cincuenta años.

¿Cómo es posible mantener el gasto corriente de una administración mientras se desploman los ingresos año tras año? Los datos del primer cuatrimestre del ejercicio confirman la caída libre (-19,5%) en la recaudación de los tributos cedidos gestionados por la Junta, que sólo se ve amortiguada (hasta reducir ese porcentaje al -10,4%) por la implantación de los nuevos impuestos. O sea, gracias a la mayor presión fiscal, que es (era, al menos) aciaga para el consumo y nefasta para la recuperación económica.

¿Cómo es posible hablar de planes reales de impulso mientras escala la deuda pública, sí, en contra del pronóstico de todos los compromisos de estabilidad? Los datos del primer trimestre, de los que informó el Banco de España el pasado jueves, confirman que la deuda pública regional se elevó al 9,7% del PIB (5.557 millones de euros) y que la deuda de las empresas públicas no de redujo, sino que se mantuvo en el 0,7% del PIB (415 millones).

Esto quiere decir que Castilla y León, en términos de PIB, ha pasado de contar con una deuda pública cero en 2001, a prácticamente el 10% en 2012. Diez puntos en once años.

Y quiere decir, también, que Castilla y León ha incrementado dos puntos su deuda pública en tan sólo un año (del 7,7% del PIB en el primer trimestre de 2011 al 9,7% en marzo de 2012). Y recuerde el lector que, además, ha sido el año de la austeridad en las dependencias de la Junta.

Es probable, por lo tanto, que una gran mayoría de los castellanos y de los leoneses, informados de la buena disposición general para elaborar un plan de estímulo económico y de empleo, haya acogido la noticia con agrado. Agrado, sí. Y poco más. Porque confianza, lo que se dice confianza...

Aunque, claro, siempre nos quedará París, como diría Humphrey Bogart.

Manuel Trapote. Periodista.