Por un lado, ya ves tú... y por otro, ¿qué quieres que te diga?

Me acuerdo mucho de esta frase de mi padre. La soltaba siempre que no quería contestar alguna pregunta incómoda. Muy gallega claro. Pero en algunos casos también muy española. No sé si está bien traída en este contexto, donde quiero protestar por la dejadez y la apatía que mantiene la sociedad española con la que está cayendo. El otro día hablamos de un pueblo, el español, que en cada tertulia de café o de sofá, tiene en la boca una alineación adecuada para su equipo de fútbol favorito, o una sentencia perfecta para cada desaguisado político o económico que nos toca sufrir.

Cuántas veces han oído ustedes la frase de "estos se iban a enterar si yo..." o aquella otra de "déjamelo a mí y un par de días ya verás si lo arreglo o no...". O finalmente la otra que dice "si es que no tienen ni puñetera idea". Pero nunca hacemos nada. Siempre el gesto, pero no el movimiento.

El pueblo español es muy dado a arreglar problemas comentando, hablando, gritando, pero no haciendo. Somos gente de palabras grandilocuentes, de insulto fácil y de poca acción. De dejar que otros decidan por nosotros y luego criticar lo que han hecho. No nos mojamos; no nos retratamos; no nos dejamos girones de piel en otra empresa que no sea nuestro propio interés.

¿Cómo está España en este momento? ¿Cómo está Castilla y León en este momento? "Mu malamente" que diría el castizo andaluz. Pues  a pesar de ello, siendo conscientes de esta situación, la sociedad, el pueblo, los que vivimos cada día de levantarnos a las seis y media de la mañana e intentamos mantener a duras penas  una empresa, una familia o un empleo, seguimos silentes. "Ellos", "los que lo han estropeado", decimos, "que lo arreglen". Y ese es el problema. Que lo arreglen ellos. Pues que sepamos que nadie va a arreglar nuestra situación, sino nosotros mismos.

Es muy difícil arreglar el motor de un coche, sin levantar el capó. Es imposible aprender a nadar, sin tirarte al agua.

El sistema, el modelo de convivencia que nos hemos dado, ha fracasado. Ya no es posible seguir mirando para otro lado. No es posible ignorar el deterioro de las instituciones más representativas de nuestro país. La Corona, el Poder Judicial en su más alta representación, el sistema financiero, los partidos políticos...., todos ellos están siendo muy cuestionados por los ciudadanos. Y con razón, pero cuestionados, solo con la boca.

Y alguien podrá preguntarme: ¿Y qué hacemos? ¿Cómo arreglamos este tinglado que tenemos montado?

Pues con certeza, yo no lo sé, de verdad. Puedo decir que creo,  pero solo creo, que la única solución es que la sociedad organizada, entre en este sistema acabado e intente modificarlo. Empresa valiente, muy arriesgada y muy, muy difícil. Pero si esperamos que "ellos" por sí mismos se aparten, y nos dejen hueco, podemos esperar eternamente. La endogamia de las clases políticas o sociales, sean las que sean, no permiten el acceso voluntario al círculo que conforman. De esa manera, la clase política cuando alguien, desde la sociedad civil, lanza una propuesta como esta, siempre contesta con frases como: "Bah, este quiere ser político" o " Lo que este quiere es dedicarse a la política" No es verdad. Nunca lo ha sido. Nunca he querido ser político ni dedicarme a la política. Pero si alguien me abre una ventana, o me da un altavoz como este, nunca me cansaré de gritar que la sociedad civil tiene que volver a ser la titular de los derechos que hemos dejado en manos de otros. Tenemos que abrir vías para la participación de la sociedad civil en las decisiones que afectan a nuestra convivencia. Somos nosotros quienes debemos decidir quién, cómo y cuándo se cambian  las normas que rigen nuestro destino. Y que nadie me venga con la consabida historia de que ya decidimos porque votamos cada cuatro años. Un poco de seriedad en los planteamientos no nos vendría mal, para variar.

También es verdad, que si alguien me pregunta qué hacemos ¿Cómo arreglamos esto? Puedo contestar, como hacia mi padre. Pues por un lado, ya ves tú... y por otro, ¿qué quieres que te diga?

Y luego, a lo mío.

Daniel Movilla