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Bienestar animal

Bienestar animal

Por Fernando Franco Jubete
martes 08 de mayo de 2012, 14:49h
Entre los agricultores y ganaderos  y la sociedad siempre ha existido una estrecha relación de agradecimiento y proximidad, tanto por la noble función de producir alimentos sanos y de calidad, como porque la mayor parte de los urbanitas tienen sus orígenes en el medio rural. Pero esta relación la ha alterado la PAC y sus pagos compensatorios, denominados ayudas, subvenciones e incluso "sopa boba" por los urbanitas consumidores más críticos y peor informados, provocando el comentario y la crítica constantes e incluso el derecho de los consumidores a exigir, no sólo calidad y seguridad alimentaria y respeto ambiental, sino también un manejo ético que permita al ganado desarrollar su comportamiento innato.    
   
El bienestar animal se ha convertido en un concepto de interés público ante la creciente sensibilidad social que exige hacia los animales un trato respetuoso. Incluye, sin embargo, dimensiones científicas, éticas, económicas, ambientalistas, ecologistas y políticas. Pero el gran problema de la Unión Europea es que, en vez de abordarse el bienestar animal sobre bases científicas verdaderas, priman siempre las razones "de cara a la galería" y sin considerar que la ganadería convencional debe competir a bajos precios con una alta productividad.
    
Por ello, actualmente los ganaderos viven en España una situación de crisis permanente, quiebra económica y abandonos masivos, provocada por los bajos precios,  de los que disfruta la sociedad, pero también por las decisiones de la Unión Europea que siempre antepone los valores ecologistas, ambientalistas y políticos a la sostenibilidad económica de los ganaderos, a su futuro y al de sus familias.
   
Un ejemplo de lo expuesto lo escenificaron consumidores daneses,  alemanes y del resto de países del norte, manifestándose, respaldados por su clase política y sus medios de comunicación, en el mes de enero pasado, durante la celebración en Berlín de la mayor feria de agricultura y alimentación de Europa, la Green Week, para reclamar que millones de gallinas ponedoras de algunos Estados Miembros de la UE, entre ellos España, seguían en jaulas de tamaño reducido, a pesar de que era ilegal desde el uno de enero de este año.
   
Era evidente que ni aquellos manifestantes, ni los políticos que tomaron la decisión en el año 2003, se daban cuenta de que pasar las gallinas de jaulas convencionales a "jaulas enriquecidas" con un 36% más de espacio por gallina haría que sus huevos se encareciesen. Pero así ha ocurrido. En España, como resultado de la aplicación de la directiva de Bienestar Animal, el número de gallinas ponedoras se ha reducido un 23%, al pasar de los 52 millones del año 2004, su año récord, a los actuales 40 millones de gallinas. En estos años los avicultores ha tenido que realizar inversiones por valor de unos 900 millones de euros para adaptar sus granjas y soportar un incremento de costes del 15 al 20% por docena de huevos. Hemos perdido 12 millones de gallinas y muchos avicultores no pudieron afrontar las inversiones y se vieron obligados a cerrar sus explotaciones. En Castilla y León se han perdido un 20% de los diez millones de gallinas ponedoras que, a unos 310 huevos por gallina y año, supone un descenso de la producción de 600 millones de huevos.
 
Todo ello por una decisión de la UE sin fundamentos científicos que ha provocado las críticas hacia el subsector avícola al que los consumidores y ecologistas consideran un colectivo de empresarios desalmado y torturador de gallinas. Es evidente que si las gallinas no están razonablemente sanas y a gusto, no pueden dar lo mejor de si mismas. Tampoco es ninguna novedad que los seres vivos tendemos a reproducirnos cuando nos sobra energía para ello. Las gallinas, que ponen un huevo no fecundado al día en un vano intento de reproducirse, no deben de pasarlo muy mal si son capaces de producir al año de diez a doce veces su peso en huevos. Otra cosa es la apreciación humana de si realmente es vida la que viven las gallinas en sus jaulas, enriquecidas o no, considerando que no vivieron el bucólico mundo de sus antepasadas. Pero la realidad es que, a cualquiera se nos alcanza, un huevo puesto en el suelo estará más contaminado por gérmenes que uno puesto en una jaula que sale rodando de inmediato de la zona donde viven las gallinas. Y también hay estudios que afirman que el nivel de adrenalina en sangre es mucho menor en gallinas enjauladas que en gallinas camperas, lo que demuestra que están sufriendo menos estrés.
   
Lo gracioso del tema es que, da la sensación que la Unión Europea, tratando de plasmar una preocupación de sus ciudadanos-consumidores sobre el bienestar animal, dictó esta norma olvidando que este bienestar tiene un coste y dando por hecho que todos lo asumirían sin problemas, desde el avicultor al consumidor. Ahora sufrimos las consecuencias del incremento constante del precio de los huevos, a pesar de que las grandes cadenas de distribución no estaban por la labor de subir el precio de un producto gancho. Y lo más lamentable es que, el desabastecimiento de huevos de la UE, se resolverá con importaciones procedentes de países del norte de África, donde empresarios avispados están instalando las jaulas retiradas por la UE para producir huevos para la UE sin ningún control ambiental ni sanitario y con mano de obra más barata.
   
Pues a pesar de las citadas consecuencias, la legislación sobre bienestar animal sigue avanzando, con independencia de la crisis económica y ganadera, y las siguientes exigencias en los alojamientos del ganado porcino, eliminando las jaulas para cerdas gestantes a partir del uno de enero de 2013, ya amenaza con reducir la producción de lechones, y consiguientemente de la carne de cerdo entre un 5 y un 10% en la UE (un 10% en España), con su inevitable encarecimiento y la pérdida de cuota de exportación a Rusia y Asia.

Los siguientes pasos serán la prohibición de la castración, del corte del pico de las aves y del corte de cuernos en vacuno, que amenazan también con dificultar la producción y el manejo de los animales y provocar incrementos de costes, y más dificultades para seguir siendo ganadero. No hay ninguna profesión tan difícil y arriesgada como la de ganadero en la UE.

Fernando Franco Jubete. Ingeniero Agrónomo, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia.
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