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Historia de una sonora carcajada

Historia de una sonora carcajada

miércoles 14 de marzo de 2012, 23:42h
Cabe la posibilidad, que algunos apuntan como la más probable, de que el banco promovido por una de las cajas de ahorros históricas del país, Ibercaja, anuncie antes del próximo día 31 su fusión con Banca Cívica. Como el sector está en plena ebullición, todo puede ocurrir. Pero si se materializase finalmente la fusión Ibercaja-Banca Cívica, de rebote se produciría una integración sorprendente en el ámbito de Castilla y León: Caja Burgos (integrada ahora en Banca Cívica) y Cajacírculo (integrada en Caja 3, en pleno proceso de incorporación a Ibercaja).

Es decir, lo que negaron durante años los equipos rectores de las dos cajas burgalesas, podría resolverlo de un plumazo -¡sin contestación alguna!- los hados que convulsionan en estos días al sector financiero nacional...

Únicamente el hecho de que se pueda dar esta posibilidad, que es verosímil, justificaría una sonora carcajada general, entre irónica y compasiva, como expresión del reconocimiento del tiempo perdido en discursos huecos y egoístas.

La expresión, en definitiva, de un progresivo abandono del proyecto de Comunidad -dónde estás tres décadas después de los austeros fastos de Tordesillas-, en la que hoy sería imposible siquiera sugerir la fusión de Soteca y Sogacal (a pesar de la excelente experiencia que representa la entidad resultante, Iberaval), como es ya inimaginable una verdadera estructura autonómica de las organizaciones políticas, sindicales o empresariales, sin entrar en la escandalosa debilidad de otras organizaciones ciudadanas.

No se trata tanto de pronunciar enfervorizados discursos pro-comunidad, como el que recientemente protagonizó el presidente Herrera para defender el Estado autonómico como guardián del bienestar. Se trata, más bien, de sorber la propia medicina cuando un paracaidista, sí, decide romper el mejor proyecto diseñado para el sector financiero regional (ante cuyo cadáver han rezado ya varios réquiem de aniversario sus propios mentores), o cuando algún sindicalista levanta la pancarta al margen de la estructura autonómica de su propia organización, o cuando algún responsable empresarial explica a sus "obreros" en Valladolid que su labor es ocuparse de las demandas provinciales... O, en fin, cuando el propio presupuesto anual de la Comunidad se deja atravesar por las innumerables obligaciones de pago con cada una de las nueve provincias.

Al final, ironías del destino, el proyecto de Comunidad -dónde estás- será fagocitado también por los todopoderosos mercados (?), capaces de encumbrar presidentes de gobierno sin pasar por las urnas; capaces de hacer saltar la tesorería de un país e, incluso, de fusionar a las dos cajas burgalesas contra las que se estrellaron flamantes presidentes autonómicos con increíbles mayorías parlamentarias.

Manuel Trapote. Periodista.
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