Una reforma radical, qué remedio
martes 07 de febrero de 2012, 12:51h
El
mundo laboral funciona aún con demasiados clichés. Entre el capitalismo más
salvaje, un 'laissez faire' sin cortapisas pregonado por algunos empresarios -y
por algún jefe de Gobierno, como el italiano Mario Monti-, por un lado, y por
otro el 'todo debe seguir igual que siempre', de quienes se niegan a admitir
que la existencia de cinco millones de desempleados, con un panorama laboral
incierto y ahogado en la economía sumergida, significa una ruptura total con el
pasado. Las cosas no serán ya, jamás, igual que fueron. Nos lo advirtió, en su
ya lejano discurso de investidura, el mismísimo presidente Rajoy. Los sondeos
nos hablan claramente de que a la gente lo que le asusta de verdad es el paro,
y se siente animada a ensayar fórmulas que están lejos de ser lo deseable, pero
que implican soluciones realistas. Y lo realista ahora es una reforma radical
en la contratación (más que en los despidos), en los convenios colectivos, en
las relaciones laborales en general.
De
lo que se trata es de crear puestos de trabajo y eso solamente se logrará, en
mi opinión, fomentando la existencia de los autónomos, a base de facilitar esta
existencia. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si el Gobierno rebajase sensiblemente
la cuota -hoy disuasoria- de los jóvenes menores de treinta años que quisieran
darse de alta como trabajadores en esta modalidad? Pues ocurriría,
previsiblemente, que muchos jóvenes se incorporarían, con trabajos parciales,
al mundo laboral y a la Seguridad Social, lo que sin duda redundaría en un
beneficio de los ingresos del Estado y en una contratación importante de estos
jóvenes, a los que las empresas no pueden, actualmente, dar de alta en una
plantilla fija, como antaño, ni contratar si no están dados de alta como
autónomos.
Claro
que no faltará quien diga que esa modalidad se acerca mucho al tan denostado
'minijob', un contrato de autónomo por horas en el que el trabajador, a cambio
de media jornada, recibe entre cuatrocientos y quinientos euros mensuales, a
los que deberá restar la cuota 'reducida' como trabajador autónomo, pongamos
cuarenta o cincuenta euros. Siendo una solución dura, me parece, en todo caso,
mejor solución que mantener a nuestros jóvenes en casa, mano sobre mano y sin
poder hacer nada.
Ignoro
si la reforma laboral que el Gobierno nos anunciará el viernes va por este
camino, pero he visto sondeos que aseguran que más del 60 por ciento de los
jóvenes apoyaría una modalidad semejante a esta, de la misma manera que un 65
por ciento de los parados actuales aceptaría un contrato en el que la
indemnización por despido no fuese superior a los veinte días por año trabajado.
Ya sé, ya sé que ningún líder sindical podría aprobar, al menos públicamente,
estas ideas, que a nadie pueden entusiasmar (no, al menos, a los que hemos
conocido tiempos mejores). Pero hay que romper la dinámica perversa que está
provocando un ejército de desesperados porque ni tienen ni esperan tener
trabajo, entre otras cosas porque de las medidas de austeridad en el gasto no
se genera empleo. Y esa dinámica solamente puede romperse con ideas nuevas,
arriesgadas, acabando con prejuicios que hablan de confrontación entre unas
ideas 'de derecha' y otras 'de izquierda'. Y, naturalmente, con el sacrificio
de los ciudadanos. De todos los ciudadanos, eso sí.