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Tres minutos de ovación cerrada

Por Fernando Jáuregui
martes 27 de diciembre de 2011, 22:21h
Asistí, por décima vez, a la inauguración de una Legislatura: excitación en los nuevos que llegaban, plácemes a los nuevos ministros. Y la presencia de los Reyes y de los Príncipes de Asturias. Nunca se había producido, antes de su intervención, una ovación tan cerrada a la asistencia del Rey en el hemiciclo del Congreso: casi tres minutos, conté, con diputados y senadores puestos en pie y escasas excepciones (IU, PNV) que mantenían las manos quietas. Claramente, aquel aplauso verdaderamente atronador, y perdón por el tópico, en este caso imprescindible, era todo un signo de apoyo al Monarca que pasa por una prueba familiar de fuego, el 'caso Urdangarín'. Serio, muy serio, Don Juan Carlos recibió el homenaje; no me pareció que diera signos de emocionarse. Luego, a diversos corrillos no periodísticos, les comentaría que se había quedado 'impactado' ante la recepción que encontró en el Legislativo, que le mostraba no solamente su respaldo, sino su afecto. Que a la sesión inaugural faltasen los representantes de Amaiur y de Esquerra Republicana de  Catalunya no significa más de lo que significa. Que no aplaudiesen ni Cayo Lara ni algunos representantes del nacionalismo vasco tampoco significa mucho más. El caso es que al Rey le aplaudieron los representantes de más de veinticinco millones de votos.

 No sé si España es un país monárquico, aunque dudo que pudiera aplicarse a la nación tal calificativo. Sí sé que el Rey, que pronunció su segundo discurso importante en pocos días, que en estas horas ha decidido desvelar en qué se gasta el Presupuesto que le asigna el Patrimonio, que acaba de partir su corazón rompiendo, a su vez, con el marido de su hija, sigue siendo un personaje popular, clave en el sistema democrático que nos hemos dado. Tres minutos de ovación cerrada lo certifican.
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