Tres minutos de ovación cerrada
martes 27 de diciembre de 2011, 22:21h
Asistí, por décima vez, a la inauguración de una Legislatura: excitación
en los nuevos que llegaban, plácemes a los nuevos ministros. Y la
presencia de los Reyes y de los Príncipes de Asturias.
Nunca se había producido, antes de su intervención, una ovación tan
cerrada a la asistencia del Rey en el hemiciclo del Congreso: casi tres
minutos, conté, con diputados y senadores puestos en pie y escasas
excepciones (IU, PNV) que mantenían las manos quietas. Claramente, aquel
aplauso verdaderamente atronador, y perdón por el tópico, en este caso
imprescindible, era todo un signo de apoyo al Monarca que pasa por una
prueba familiar de fuego, el 'caso Urdangarín'. Serio, muy serio,
Don Juan Carlos recibió el homenaje; no me pareció que diera signos de
emocionarse. Luego, a diversos corrillos no periodísticos, les
comentaría que se había quedado 'impactado' ante la recepción que
encontró en el Legislativo, que le mostraba no solamente su respaldo,
sino su afecto. Que a la sesión inaugural faltasen los representantes de
Amaiur y de Esquerra Republicana de Catalunya no significa más de lo
que significa. Que no aplaudiesen ni Cayo Lara ni algunos
representantes del nacionalismo vasco tampoco significa mucho más. El
caso es que al Rey le aplaudieron los representantes de más de
veinticinco millones de votos.
No sé si España es un
país monárquico, aunque dudo que pudiera aplicarse a la nación tal
calificativo. Sí sé que el Rey, que pronunció su segundo discurso
importante en pocos días, que en estas horas ha decidido desvelar en qué
se gasta el Presupuesto que le asigna el Patrimonio, que acaba de
partir su corazón rompiendo, a su vez, con el marido de su hija, sigue
siendo un personaje popular, clave en el sistema democrático que nos
hemos dado. Tres minutos de ovación cerrada lo certifican.