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Adiós, noviembre, adiós

Por Ana Ruiz Echauri
jueves 01 de diciembre de 2011, 00:02h
Se ha marchado, al fin, noviembre. A priori no habría por qué tener más o menos odio a unas fechas del calendario. Pero, de hecho, aborrezco noviembre, el mes en que la oscuridad se nos echa encima como una losa, el mes que empieza con los muertos y termina con una falsa ilusión de que la Navidad está cerca.

Se acaba el año, le quedan días a un 2011 que ha sido tan malo o peor que los anteriores.

La gente se agolpa ante las ventanillas para comprar lotería, creyendo acaso que la suerte esquiva llegará, esta vez sí, hasta nuestros bolsillos.

La gente, siempre la gente, hace colas ante las oficinas de empleo anhelando hallar, esta vez sí, el sustento para su vida, un trabajo aunque sea miserable, aunque gane poco, aunque sepa que en la empresa lo esclavizarán porque hay parados a patadas y esto son lentejas...

Lentejas calientes en un invierno áspero que ya nos ha llenado de nieblas siendo, como es, aún otoño.

Y, así las cosas, hay aún quien cazcalea (si no conoce, estimado lector, este verbo, le recomiendo consulta urgente a la RAE) tranquilamente, quien vive de las apariencias que hasta ahora habían funcionado, quien se durmió a la bartola hace años, o décadas, y ahora parece empezar a despertarse.

"Nunca pasa nada", decía hace algún tiempo alguien. A los cinco minutos ya no tenía trabajo y la vida se le mudó del revés.

Leo, leo mucho, acaso en exceso. Leo y no me lo creo, oiga. Leo que ahora han caído en la cuenta los políticos de que deberían comer "de menú" y no gastar más de 20 euros en la comida "de trabajo". Multipliquen los políticos con derecho a rancho a los que invitamos usted y yo, por unas veinte comidas al mes y doce meses que tiene el año... Un dineral que no pienso calcular para no cabrearme más.

Leo por aquí que enemigos ideológicos se "tuitean" graciosamente para quedar a tomarse algo, quizá para celebrar que han encontrado la gallina de los huevos de oro, o sea, tocarse los ídem para hacerse de ídem...

Leo que la gente, las personas, los seres humanos llamados "anónimos" (idiotez supina pues todos tenemos nombre y apellidos) debemos pensar en apretarnos más el cinturón, que ser funcionario se asemeja a una bicoca y que nos van a subir todo menos los sueldos.

Si nos quedamos sin clase media, no lo digo yo, lo dicen quienes saben de esto, la sociedad tal y como la hemos conocido, se va a ir al guano. Si nos apretamos más el cinturón, compraremos lo justo para la supervivencia, no habrá libros, ni chocolate, ni un vestido bonito, ni una copa con los amigos, ni un menú de restaurante...

Arranca diciembre, viene frío, helador, escarchado de malos presagios. Quién tuviera una máquina del tiempo para saltarse de golpe la carísima navidad, el invierno entero y amanecer acaso en abril, cuando hay más luz y el frío empieza a rendirse.

Y, sin embargo, no nos rindamos. Armémonos de razones poderosas para combatir los hielos, arrimémonos a amigos y amores y, como si no nos hubieran arrebatado la ilusión una panda de filibusteros económicos, creamos que es posible deshacer el hielo y empezar a notar una tibia mejoría.

Ana Ruiz Echauri. Periodista.
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