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Escritos en libertad

Un placebo para la falsa democracia

miércoles 09 de noviembre de 2011, 11:15h
Vivimos en la era de las comunicaciones. Los medios informativos se han multiplicado de forma exuberante. Dice la propaganda que ya hemos llegado, incluso, a la interactividad, al mensaje en doble dirección, lo que convierte a cualquier ciudadano en receptor y emisor de noticias y sentimientos. Un desarrollo tecnológico insospechado hace apenas algunas décadas, que en teoría debería de servir en política para ampliar también el nivel de participación y, consecuentemente, para mejorar la práctica democrática. Sin embargo no está siendo así.

El debate entre Rubalcaba y Rajoy pone de manifiesto que nos han secuestrado la democracia, la pluralidad. Dos grandes partidos políticos, el PSOE y el PP, prefieren el reparto asegurado del poder. Noventa minutos de cháchara que no sirvieron para mucho, porque cada uno se ciñó al guión que sus estrategas de campaña le habían preparado. Incluso los temas habían sido previamente pactados y asuntos como el de la corrupción, que tanto ha dado que hablar en los últimos años, fueron obviados deliberadamente por los candidatos. Está claro que nadie se sentía más limpio que el otro. Hoy por mí y mañana por ti.

Un ejercicio muy sencillo para la reflexión: ¿Cuántos ciudadanos de Castilla y León conocen a los candidatos a la Presidencia del Gobierno de otras formaciones políticas? Más grave aún: ¿Cuántos castellanos y leoneses son capaces de citar los nombres de los candidatos del PP y del PSOE al Congreso y al Senado en sus respectivas provincias? ¿Cuántos conocen con seguridad tan sólo los nombres de los dos cabezas de lista de de las formaciones que lideran Rubalcaba y Rajoy en la circunscripción electoral en la que han de votar?

Los candidatos de provincias parecen almas en pena sin vida propia, agazapados a la espera de ser bendecidos con un escaño del que tampoco darán nunca cuenta (hasta es lógico que no se sientan obligados) ante las gentes que les votan. Los unos no conocen ni sus nombres ni su trayectoria vital o profesional y los primeros saben que su carrera política tampoco depende de cuanto hagan en y por su provincia, sino de lo que maquinen en Madrid. De la docilidad que en todo momento demuestren. Seguramente piensan que cuanta menos vida propia tengan, mejor les irá personalmente.

Lo increíble es que se admita esta situación como algo inexorable, como si dependiera de fuerzas ocultas y no de la voluntad de las personas. ¿Cómo es posible que con tantos medios de comunicación como existen, todas las cadenas de televisión y de radio de España se vean forzadas a emitir el mismo y único debate (pensando que menos es nada, naturalmente), participando de esta forma en un trágala social vergonzoso, lo que nos convierte a todos en cómplices de un fraude a la sociedad? Porque, no nos engañemos, el debate Rublacaba-Rajoy ha sido la escenificación de una pantomima. Nos han dado un placebo de democracia y todos tan contentos.

El modelo del bipartidismo suplanta la realidad de España y la docilidad con el que los medios de comunicación se someten al arbitrio de los dos grandes partidos resulta, además de vergonzoso, éticamente reprobable.

Fernando Aller. Periodista,
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