Arístegui, Maíllo y las setas de otoño

Gustavo de Arístegui es tan excelente cabeza internacional como mal político de provincias. Gran diplomático también - como lo fue su padre -, ha tenido la grandeza de pedir perdón a los zamoranos por lo mal que los representó en la anterior legislatura. Los zamoranos se lo agradecen, pero al tiempo que valoran su actitud, dicen "a buenas horas mangas verdes". Casi cuatro años ha tenido Arístegui para patear y conocer una provincia dejada de la mano de dios desde tiempos de Doña Urraca. Pero la calle Serrano y el Madrid de las altas decisiones le tiraron mucho más. Cosa lógica, porque un político que llegó a postularse para sustituir a Mariano Rajoy cuando éste andaba tan bajo de liderazgo que su mayor valedor era Paco Camps, no podía "perder el tiempo" en cosas de una provincia como Zamora. Arístegui se ha dado cuenta de su error, un error mediático, porque con cuatro visitas más y ocho ruedas de prensa hubiera llenado todos los periódicos, radios y televisiones locales sin que ahora se le pasara factura. Eso no lo hubiera hecho nunca el presidente del PP zamorano, Martínez Maíllo, siempre "amigo" de los medios por lo que le va en ellos.
   
Lo curioso es que Martínez Maíllo, tal vez aún influido por el alto nivel político que acudió a su boda (Rajoy entre otros) ha dicho que "se deberían tomar medidas más contundentes con algunos cargos públicos". ¿A quién se refiere, a los del PSOE sólo por no cumplir lo prometido, o también a los que como Arístegui, del PP, han utilizado a esta tierra como portaaviones madrileño? ¿Acaso Martínez Maíllo ha dicho algo en cuatro años contra la actitud pasota de su compañero Arístegui? ¿Qué pasa, que el cunero socialista Antonio Camacho va a ser peor que el paracaidista pepero Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín?
    
Los políticos no es que sean mentirosos, es que lo que ellos llaman objetividad sólo la ven desde el lado del bolsillo donde meten el sueldo, con frecuencia muy sustancioso, por cierto. El Topillo perdona a Arístegui, pero sabe que los sepulcros blanqueados en política proliferan como las setas en otoño cuando llueve a tiempo. Y antes del 20-N parece que no va a parar de llover.