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Amor a primera vista

jueves 03 de noviembre de 2011, 00:12h
Según cuenta desde la prisión de Misrata el que fuera jefe de los servicios de seguridad interior de Libia, Gadafi era en sus últimas semanas de vida un hombre preocupado y, vaya por Dios, estaba deprimido. Tenía depresiones.

La opinión de este dirigente, Mansur Dau, está recogida en un despacho de la agencia France Press que, fechado en Misrata, publicaba este martes La Vanguardia. Por lo visto, el líder libio "leía libros, tomaba muchas notas, se echaba la siesta (...) y estaba viejo" y, también, "bajo presión porque sus amigos le habían abandonado: Berlusconi, Sarkozy, Erdogan, Tony Blair. Eso -añade- minó su moral, los consideraba amigos cercanos". Un poco inocente este Gadafi.

Muchos años antes, exactamente en 1969, el grupo de cuatro jóvenes que entró en el club londinense "Ambassadeurs" observaba cómo el consejero personal del rey libio Idris perdía casi medio millón de dólares en una hora frente a un famoso armador griego. Uno de ellos era el capitán Mohammar Gadafi, que entonces era adiestrado en los campos de instrucción del ejército británico, y el otro el jeque Ahmed al Abah, de Omán, tal como recoge Jean Jacques Servan-Schreiber en "El desafío mundial", en 1980. El periodista francés añadía que el joven libio, horripilado por la escena con el ayudante del monarca como protagonista, optó por aplicar una solución drástica que impidiera tales despilfarros.

El resto es sabido. El joven militar que en aquella época tenía en la cabecera de su cama "La filosofía de la revolución", de Nasser, y los discursos de Lincoln, dio un golpe de estado, derrocó al rey Idris, se colocó en su lugar, gobernó de la manera que ha reproducido fielmente la prensa mundial desde aquel 1 de septiembre de 1969 y terminó asesinado tras un linchamiento salvaje del que únicamente quedan algunas de sus palabras: "tened clemencia ¿no conocéis la clemencia ?". No la hubo, según se vio, porque con el líder africano sus rivales más encarnizados aplicaron un método antiquísimo basado en cierto principio de reciprocidad que, traducido al castellano coloquial, equivale a "el que la hace la paga".

¿Es legítima la revancha, cualesquiera que sean las circunstancias? ¿Cuesta tanto abordar en público cuestiones como ésta, habituales en todos los ámbitos y jerarquías, aunque las consecuencias sean diferentes en función, por un lado, del grado de endiosamiento del protagonista y, por otro, del grado de civilización de la sociedad cuyos miembros en algún momento pueden tenerle a su merced, como ha sucedido aquí y en otros muchos casos a lo largo del tiempo? ¿Permitiría usted que se fuera "de rositas" quien se la ha jugado?

Que la sociedad europea se haya escandalizado (es un decir) carece de trascendencia porque los antiguos amigos de Gadafi en el poder (otro decir), y tres de ellos siguen gobernando en sus países, pronto intimarán con su sucesor ya que de Libia interesa su petróleo y poco más. Las cosas del amor a primera vista son así. Pura química.
Antonio Álamo. Periodista.
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