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Historias desde el hospital de Tobruk

'Sólo le pedimos a Gadafi pequeños derechos, no grandes lujos'

"Sólo le pedimos a Gadafi pequeños derechos, no grandes lujos"

A veces, con palabras, es difícil describir una situación. Eso es exactamente lo que me pasó cuando llegué al Hospital de Tobruk. Conocí el sanatorio por casualidad y la realidad que se vivía ahí me dejó impactada. Heridos de todo el país se concentraban en las camillas de este hospital. Eso sí, todos hombres. Había gente de Bengasi, de Ras Lanuf, de Ben Jawad… En sus ciudades las cosas se habían puesto tan fea que ni los hospitales daban abasto, ni era seguro estar ahí ante los inminentes bombardeos. Por lo que me cuentan, el tema sanitario se complica a medida en la que avanzas de este a oeste e, incluso, Médicos Sin Fronteras ha abandonado Bengasi ante lo insostenible de la situación. Así es, heridos a cientos de kilómetros de sus casas para tener asistencia médica, esta es la realidad.
Les invito a observar esta fotografía, ahora es cuento su historia... Se llama Mohamed y es uno de los heridos en los enfrentamientos de Ras Lanuf. Su historia, como la de tantos, es la de apostar su vida en la ruleta de la guerra. Para este rebelde no es tanto el dolor físico como el de no poder estar con sus familiares y compañeros defendiendo con su vida el futuro del país. Nos cuenta que en el enfrentamiento en el que cayó herido murieron dos compañeros y desconoce la suerte que han tenido el resto de milicianos que luchaban desde su posición. En esta habitación de hospital, donde las condiciones higiénicas no son las más adecuadas, en la que entran y salen rebeldes como si estuvieran en el salón de su casa, Mohamed tiene dos compañeros más. Uno, en estado muy crítico, no quiere hablar con nosotros, casi no le sale la voz del cuerpo y su cara trasmite mucho dolor. Otro, Abbas, un joven al que encontramos tapado hasta el cuello y del que descubrimos que bajo la manta tiene quemaduras, heridas y una pierna escayolada; gajes del oficio.  Tanto Mohamed como Abbas lo tienen claro, seguirán luchando por la libertad de Libia en cuanto se recuperen. “Tenemos que hacerlo, Gadafi no va a parar hasta matarnos a todos, por eso hay que seguir luchando, para que el coronel no acabe con su pueblo”. “Lo que más me ha dolido –nos dice Abbas- es que Gadafi haya contratado a mercenarios para matar a su propio pueblo, eso no se lo perdonaré nunca”. “Podría haber otro camino, pero él ha abierto el fuego y ya no hay marcha atrás”. “Los libios somos gente buena, sólo le pedimos a Gadafi pequeños derechos, no grandes lujos”. “Vamos a luchar hasta el final, Inshallah, y esperemos que dios nos ayude”. Aquí hablar de muerte es como hablar en España de la ley anti tabaco, un tema habitual. Casi todas las personas con las que he hablado en esta parte del país han perdido a un familiar, a un amigo, un vecino… es de lo más normal. Cuando vives en una sociedad democrática, en la que más o menos tienes al alcance de tu mano ‘cualquier’ cosa que te propongas, no se valora de la misma manera la ausencia de necesidades, y cuando hablo de ausencias me refiero a cosas tan básicas como luz y agua corriente, expresar tu opinión libremente, ir al colegio o vivir en condiciones higiénicas normales. Toso eso es, para la gran mayoría de la población, un reto que mucho ni conocen. “Por eso es necesaria toda esta lucha”, para que niños como este tengan un futuro próspero, con oportunidades y menos sufrimientos…
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