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Escritos en libertad: Dioses, el déficit

Escritos en libertad: Dioses, el déficit

Sin duda estábamos influenciados por el lugar y el día, pero lo ocurrido en el cementerio me ha llevado a largas horas de meditación. Era ese amigo de la infancia que uno ve de tarde en tarde, del que se pierden vínculos y referencias y al que antes o después te acabas encontrando en el cementerio el Día de Todos los Santos. Nos reconocimos enseguida a pesar de los años transcurridos  e iniciamos la conversación con el detalle escueto de los avatares de nuestras vidas. De pronto me lo dijo:

   - Tengo un gran problema  últimamente. Apenas duermo. Vivo obsesionado por una sombra que me persigue. Cierro los ojos y ahí está:  Es el déficit. 
  
   - No te recordaba yo con ese sentido del humor, le repliqué.
  
   - Te lo puedes tomar a broma, me contestó. Pero es  cierto. De pronto se me aparece la sombra, como un fantasma, pero sin sábana, en negro y sin perfiles. Me engulle y percibo la negritud cada vez más intensa, hasta la más honda claustrofobia. Entonces oigo la palabra y su eco que se repiten machaconamente: el déficit, el déficit… No lo soporto más.

Después se alargó en un inacabado monólogo. Aproveché un ligero acceso de tos y le di un abrazo. Nos despedimos. Me fui con la sensación de que mi viejo amigo me había tomado el pelo, pero también con una cierta mala conciencia por no haberle escuchado más tiempo. Nunca se sabe. El alma humana es compleja y el momento político actual es proclive a engendrar monstruos.
 
Las reflexiones  y la fantasmagoría del agujero oscuro me han impulsado a dejar escrito en libertad  un apunte de lo escuchado.
 
Uno tiene la impresión –recopilo ahora sus divagaciones- de que los políticos no saben mucho de los asuntos de los que hablan, pero como lo dicen por la tele y después lo repiten machaconamente los tertulianos cual corifeos de uno u otro bando, al final llegas a la conclusión de que ahí están todas las respuestas a tu vida y a la de millones de semejantes.

Es lógico que en la ignorancia te asalte la incertidumbre. En la tele está más claro.  Los que saben, nunca dudan. Los demás, sí. Y en esa posición desprovista de maniqueísmo uno se pregunta por qué la solución a la crisis económica, cual panacea que nos venden desde Bruselas pasando por Berlín, Madrid y Valladolid, está exclusivamente en no gastar, en el ahorro. Desde el  Estado y las comunidades autónomas nos bombardean con recortes, con drásticas reducciones de la inversión en obras públicas, en gasto sanitario,  en la Enseñanza… Se invierte  menos y se genera menos actividad económica. El gasto público disminuye, pero también disminuyen las empresas que mantenían su actividad gracias a la cadena económica cuyo primer eslabón era el dinero público. Así que, en consecuencia, aumenta el paro, se reduce el consumo, disminuyen también los ingresos derivados de los impuestos y, por el contrario, aumentan las prestaciones parta cubrir el desempleo y las bolsas de pobreza… Nadie puede vivir en el déficit permanente, ni el Estado ni una familia. Pero el déficit no depende tanto del gasto como de los ingresos, de la falta de ingresos.

Pero doctores tienen los gabinetes que asesoran al poder -o sea, el poder en esencia- así que en esta reflexión a la pata la llana, algo falla.
 
Sin embargo,  en el reconocimiento de la ignorancia tampoco estaba la cura de mi amigo.  Porque acto seguido pasó a enumerarme un sinfín de contradicciones históricas de quienes nos gobiernan y nos han gobernado, de la fe ciega con la que defendían una solución y casi  en paralelo la contraria. La agricultura y la ganadería es campo abonado en el que se han desarrollado las mayores aberraciones.  Se ha pasado de arrancar viñedos, sacrificar vacas y gratificar el baldío a la preocupación por la falta de alimentos.

Continúo abrumado por la cantidad de despropósitos, contradicciones y desatinos referidos  en aquel camposanto.

Especial atención puso en enumerar los dislates del ministro Miguel Sebastián, aquel que se pegó el tortazo ante Gallardón en las últimas elecciones municipales. Fue premiado después por Zapatero. Desde su puesto de comandante de Industria ha llegado a decir  en televisión recientemente que cuanto más viento y más sol haya, España más se empobrece por la política de primas a la energía renovable. Seguro que en  la escuela de primaria se sigue contando  que los prototipos de una máquina son caros y que la posterior producción en cadena abarata costes y aumenta la eficiencia. Que lo importante es el recurso a largo plazo  y que es evidente que el sol y el viento son gratis.

Poco después el ínclito  Sebastián  puso en evidencia sus intereses al  viajar a Argelia para arreglar un inesperado –aunque no sorprendente-  conflicto con el gas que nos vende este país árabe, lógico chantaje que antes o después has de pagar cuando hipotecas tu soberanía energética.

Vivimos al tuntún y al albur de personas que buscan respuestas inmediatas y no soluciones. Su frivolidad se sustenta en la ignorancia de los más.  Ah, y esto no es excluyente para nadie ni exclusivo de un determinado partido político. Lo que pasa es que, como en todo, siempre los hay más tontos.

En fin, continúo confuso por estas reflexiones. Me abruman y perturban. Empiezo a temer que también yo pueda acabar siendo una víctima del negro espectro del déficit.

Fernando Aller. Periodista.
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