Un Estatuto muy especial. Lo que se decía eran falsedades/espantajos ahora constituye innegable evidencia. Me refiero a ciertos puntos del “Proyecto de Estatuto de Autonomía del Departamento de Santa Cruz” dado a conocer al país el pasado 2 de julio. Si bien la mayor parte del documento expresa la orientación de un avanzado y hasta saludable régimen autonómico –asunto en debate-definición en la Asamblea Constituyente–, es evidente que desborda sobradamente el contenido de la pregunta del Referéndum autonómico y, peor, incluye algunos dislates/desvaríos.
El mentado texto contiene varios asuntos delicados, digamos que hasta sospechosos. Cuatro de ellos fueron profusamente desparramados –a veces con torpeza– tanto en los medios como en discursos de líderes políticos, sociales y regionales: la insostenible noción de “ciudadanía cruceña”; la inconstitucional competencia exclusiva, atribuida al Gobierno Departamental, de “regular la migración interna”; el forzado destripamiento institucional (propio de un régimen federal); y la posibilidad de “asignar” autonomía –como concesión graciosa– a las “comunidades nativas cruceñas” (sic).
Pero quiero detenerme en un tema del que se habló menos y que resulta demasiado riesgoso y serio: el control de la comunicación y de los medios. El inciso 24) del Artículo 8° del Estatuto plantea de manera explícita la facultad de “normar y regular las políticas departamentales de comunicación social (…); y crear, regular y administrar sus propios medios de prensa”. ¡Qué tal! El omnipotente Gobierno Autónomo se reserva para sí la competencia de establecer no sólo los principios –algo discutible– sino también las reglas –algo inaceptable– para el ejercicio de la comunicación en el Departamento. Más todavía: pretende organizar/disciplinar un aparato informativo a su servicio.
Por ello, con armadura de comunicador-periodista, pero en especial como ciudadano, no puedo menos que expresar mi radical rechazo a este punto del Proyecto pues constituye una terrible compuerta para la imposición y la censura. ¿Definirán acaso, en nombre del autogobierno, que los medios cruceños sólo pueden difundir la opinión de “los ciudadanos cruceños”? ¿Castigarán a los medios que, con pluralismo, osen dar el micrófono a un indeseable “no cruceño”? ¿Unitelearán, con pasarela de imágenes, las noticias suyas de cada día? Y después se babean –ah, señorito Klinsky– hablando de libertad y democracia.
Así las cosas, habremos de lamentar que los colegas del oficio, en su mayoría, no se hayan rasgado las vestiduras –como suelen hacerlo– y mantengan al respecto un silencio bastante parecido a la esclerocitez (la palabra no existe, pero vale). ¿O hubo editoriales y solicitadas (de esas que se publican con esmero) condenando semejante amenaza-extravío? ¿Dónde están escondidos los defensores de las libertades de expresión y de prensa? ¿O es que sólo operamos cuando “el enemigo” es el gobierno central? Un gremio muy especial.
FADOCRACIA
De pugilistas y otros golpeadorcillos. El ciudadano Fernando Morales (alias “Tyson Cateto”) ha realizado una nueva demostración de que la agresión física –patada/puñete– es el mejor “argumento” cuando las ideas fallan-faltan o, como en su caso, están estreñidas. Al mejor estilo de los otrora dueños de vidas y haciendas, el aludido golpeó con tirria a un dirigente indígena de tierras bajas. Ni pensar cómo hubiese procedido con un originario de tierras altas. No es la primera vez que procede así: hace poco aporreó también a un policía. Vaya constituyente, ente, ente… Pero más allá de lo grosero/condenable del hecho, la mayor gala de cinismo proviene de la “justificación” realizada por su correligionario Rubén Darío. ¿Por qué el machín Fernando obró así? Como “reacción” ante una supuesta mentada de madre. ¿O sea que si yo, desde esta tribuna, le digo “hijo de la chingada” vendrá a incendiar el periódico? ¿Tendré que andar con mi marraqueta blindada bajo el brazo? Dale, Cateto, aquí te espero.
Julio 13 de 2007.
Si (
No(
