Unos más ciegos que otros

Siempre se ha dicho que la justicia es ciega, pero lo que realmente es cierto es que hay unos jueces más ciegos que otros.

De vez en cuando conocemos alguna sentencia o decisión judicial que nos sorprende por su laxitud en la interpretación de la ley; decisiones que provocan una cierta alarma social porque en casi todos los casos favorecen al justiciable, que generalmente es un padre que abusa de sus hijas, un guardia civil o mosso d’ escuadra al que se le ha ido la mano con algún detenido, o un asesino que sale absuelto de su crimen.

Es cierto que existe un principio en justicia que dice “in dubio pro reo”, y eso es algo que nos puede consolar a todos por si alguna vez nos vemos en la desagradable situación de estar sentados en un banquillo frente a un togado con puñetas.
Ahora bien esa actitud judicial puede ser razonable y otra cosa es “cogérsela con papel de fumar” cuando las evidencias son tan abrumadoras que no hay forma humana de simular que no se ven.

El juez Garzón al que conocí hace años en un sarao, y al que siempre  admiré por su valentía frente a ETA, desde que ha vuelto de los Estados Unidos, sufre una miopía preocupante hasta el extremo de que afirma en su último auto que no existe el más mínimo indicio que vincule a la tapadera de Batasuna  ANV  con ETA-Batasuna.

El papel lo aguanta todo, y mucho más en la interpretación del derecho, pero afirmar que no existen indicios de relación con el entramado etarra en el caso de ANV, solo se puede entender desde la voluntad de hacer un nuevo servicio a la causa, y ésa no es su función como juez.

Lo llamativo y preocupante de la decisión de Garzón es que pretenda ignorar en el papel  algo de lo que está totalmente convencido en su conciencia, porque su conocimiento del entramado de ETA y  Batasuna le viene de lejos.
Al final  la democracia volverá a financiar a los terroristas pagándole sueldos en los ayuntamientos y permitiéndoles que administren presupuestos, todo un retroceso político, judicial y moral.