red.diariocritico.com
Los reflejos de nuestros políticos

Los reflejos de nuestros políticos

Cuatro días, cuatro, tardó Mariano Rajoy en visitar la 'zona cero' devastada por la bomba de ETA, esa zona que es ya la tumba de una persona y presuntamente la de otra. El presidente Zapatero lo hacía sólo al conocer el hallazgo del cadáver de Carlos Palate tras horas de estar 'regresando' de Doñana, donde pasó la Nochevieja. Supongo que no hay que hacer demagogia con estas cosas, ni tampoco abogar por el populismo como forma de hacer política, pero sospecho que hay momentos en los que la sociedad exige a sus representantes una dosis extra de esfuerzo y cariño hacia sus representados, estemos o no en época de vacaciones. Esta era una de esas ocasiones: los bomberos, los policías y guardias civiles que trabajaron durante esa noche mágica en la que un año da paso a otro hubiesen, supongo, agradecido la compañía de algunas personalidades a las que hemos visto poco estos días de zozobra. No era solamente cuestión de hacerse la foto; esta vez era algo más.

   La falta de reflejos es algo que no se pueden permitir ni los políticos, ni los periodistas, ni los representantes de altas instituciones y magistraturas. Y falta de reflejos es lo que hemos visto en unas horas en la que los rostros más conocidos de la política salían, como mucho, ante los micrófonos de los lugares en los que permanecían descansando, sin alterar sus planes vacacionales. Y, así, la calle fue de los más vociferantes, de los demagogos, de quienes aprovechan la ocasión para desgastar al Gobierno desde posiciones inasumibles y con gritos escasamente constitucionales.

   Se salvaron, faltaría más, el alcalde de Madrid y el ministro del Interior. Alfredo Pérez Rubalcaba es persona entrenada en la carrera de velocidad y en los tejemanejes, no siempre transparentes, de los pasillos; política es el aire que respira (lo mismo que Ruiz Gallardón) y vive de las frases con ingenio y de las 'photo opportunities'. Así, la única imagen grata que hemos percibido en estas jornadas tan duras ha sido la del máximo responsable de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado pasando un brazo amistoso por los hombros afligidos del hermano de uno de los dos ecuatorianos desaparecidos bajo los escombros.

   No contento con eso, hubo de ser Rubalcaba, no la vicepresidenta ni ningún otro ministro, quien saliese a precisar lo que su jefe, Zapatero, obvió decir: que el proceso de paz está roto. Poco le hubiese costado decirlo al presidente cuando compareció ante las cámaras, puesto que era de cajón que todo diálogo con ETA había quedado roto, no meramente suspendido; pero, una vez más, le faltaron reflejos y hubo de ser el más destacado de la cuadrilla quien saliese, dos días después y en medio de la tormenta, al quite.

   Temo que no esté de más decir todo esto ahora, cuando aún estamos a la espera de datos y noticias más completas sobre lo ocurrido y, sobre todo, cuando estamos aguardando, anhelantes, a que el hombre sobre quien recae la responsabilidad máxima de la conducción de la política española explique, en sede parlamentaria -parece imposible prolongar las vacaciones del Legislativo durante todo el mes de enero, al margen de que se hagan o no consultas con los distintos grupos-, lo que piensa hacer ahora. O sea, ya mismo.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios