Sacro imperio y pontificado
martes 02 de septiembre de 2014, 23:45h
El peronismo no es bueno ni malo, es incorregible.
Jorge Luis Borges
En unas semanas estaré viajando a España para ofrecer
conferencias y volver a mis raíces.
Málaga, Madrid, Toledo, Navalafuente,
La Cabrera, Mérida...y por supuesto Galicia. Santiago de Compostela,
Ourense, Betanzos de los Caballeros, Espenuca. En el Principado de Espenuca,
soy Carolus I, hablaré con trasnos y
fantasmas, buscaré los olores, la brisa, el aliento que me ayudan a vivir
y crear y amar.
Debo confesar que amigos, escritores amigos, han hecho
posible - una vez más - este pequeño milagro. Intentaré vivificarme para cuando
regrese a Trapalanda. La piel de cocodrilo que se me ha formado debe
soportar barbarie, decadencia,
ignominia, desigualdad, desasosiego.
He visto este fin de semana - además de conocer la iglesia
danesa y escuchar coros bellísimos, de caminar por barrios entrañables, de
visitar mercados y hablar con pintores - he visto digo Viva la Libertà, el
filme de Roberto Andó, con un trabajo delicioso de Toni Servillo. En esta
película el humor, la ironía, la mirada crítica a todo lo político, lo
corrupto, lo hipócrita, nos hace pensar. Pero claro, el humor cáustico de un
país europeo no tiene relación alguna con las villas miserias, el escarnio y la
brutalidad de estas latitudes. Si no se lee bien se comprende mal.
¿Hablamos del velo de
la ilusión, del desmilagro argentino? ¿Todo de zurce de inmediato, se remienda
a lo bobo, se oculta? Debo confesar que causa estupor la descomunal ruleta
rusa. Todo lo distribuyen en un marco delirante, sin ningún criterio, usando un
pseudo razonamiento - como si fuera posible, como si fueran pitagóricos - en
compañías indescifrables, irreductibles. Entre güelfos y gibelinos deliberan jirones de palabras, tartamudeo mental, restos de la olla del
puchero. Se ha dicho recientemente, entre otros apotegmas, que López Rega no es un producto del
peronismo sino de la Revolución Libertadora. No deja de tener su cuota de
ingenio.
Me animaría a afirmar que la responsabilidad es de los
unitarios que habitaron y siguen habitando el territorio. Llegaría, si me
permiten, hasta Lugones y Cortázar. Cada
uno tiene lo suyo. Y de allí para abajo. Sin descartar a don Arturo Illia o
Agustín Tosco, que murieron con una fortuna
incalculable. Por suerte existió el fraile Aldao, tío abuelo de López
Rega. Hombre justo, probo, honesto y piadoso, el José Félix. ¿Quién puede
ponerlo en duda? Llegó con la Conquista del Desierto que encolumnó el Brigadier
General hasta Río Colorado (creo que se olvidaron de la primera gira) y declaró
dementes e insanos a todos los unitarios. Hombre de fe, hombre de honor, el
fraile. Propongo su nombre para una
avenida en la ciudad. Propongo que el salón de actos de la Universidad de
Buenos Aires se llame Fraile Dominico y Coronel José Félix Aldao. Propongo, por
último, que la Biblioteca Nacional tenga un busto suyo al frente de las
escalinatas. A tener razón sin descanso. A tener razón, sea como sea.
Vamos, agrupados, creyentes agrupados por los estandartes de
la victoria como cirineos antes las columnatas de Roma. Invocación y
resignación, enigmáticos, vicarios bienaventurados, una caterva de nuevos ricos
y mal gusto con chequeras y almuerzos en Puerto Madero beatificando humildad.
Rencor y cava, subsidio o traición,
esoterismo o bailanta. Y nos cambiamos de bando. La cuestión es estar presente,
aplaudiendo, llorando, discutiendo, diciendo que sí y que no, que tal vez, que
ahora todo es distinto. Y vamos por el Código Napoleónico y con el hombre que
ahora es mujer con próstata.
Entonces los flecos abiertos, los vuelos, el default
criollo, la impunidad judicial, la capacidad de seguir cambiando; ser santos y
mártires, revolucionarios y bellos, rufianes y melancólicos, prepotentes y
víctimas. Dominium mundi.
Debemos hablar claro. Cada vez tengo menos ganas de escribir
un artículo. No vale la pena. Sí me gustaría comentarle, para que no quede duda
alguna, que no me interesan ni me interesaron jamás los símbolos. Patria o
muerte, patria o buitres, patria o El Guasón. De que hablamos ¿De heráldica, de
imágenes sacras, de objetos mágicos? Miren dónde quedó la hoz y el martillo.
Todo, absolutamente todo, son símbolos carentes de significado.
Mezclamos tatuajes,
punk, ideas rebeldes, cervezas, porros,
marcas enroladas bajo las banderas del consumismo. Colgantes, póster,
camisetas, deslizamientos semánticos de los símbolos. Perón, Menem, Francisco,
Maradona, los hermanos Taviani, el orgullo gay, Harry Potter... En el mercado se
ven mochilas, calzoncillos y bolsos con todas las imágenes. Y se venderá
en breve - no sé si ya - la marca registrada Anarchy, con Eastpack, como
producto de masas. Importante: buscar en los grandes shopping el perfume Anarchite
de Caron, un producto de lujo, para gente como uno. Además, la culpa - de lo
que nos pasa y nos pasará - la tuvieron Cristóbal Colón, Juan Díaz de Solís y
Giuseppe Garibaldi. Por último: ¿sabía, estimado lector, que Hernán Cortés creo
la pavana al regresar de México?
Carlos Penelas
Buenos Aires, septiembre de 2014