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Sin estrategias para la inserción de los jóvenes

Sin estrategias para la inserción de los jóvenes

jueves 31 de mayo de 2012, 22:29h
En los 60 y 70 la juventud aparecía en la agenda pública por su rebeldía y/o por su fervor revolucionario. 

En la agenda actual, básicamente por el fenómeno de la delincuencia. Aquella era una juventud nacida bajo el ala protectora del Estado de Bienestar, con necesidades materiales básicas cubiertas y con perspectivas laborales promisorias: un título universitario era garantía de un buen trabajo y los que no lo poseían podían al menos confiar en acceder a un trabajo estable. Desde allí era posible sostener proyectos vitales como independizarse de sus progenitores. Pero aun cuando el presente y el futuro le sonreía, aspiraba a transformar radicalmente la sociedad aun a costa de perder la vida. Luchaba también para alcanzar reivindicaciones como una mayor libertad sexual. 

La juventud actual es hija del neoliberalismo donde el futuro es incierto y por lo tanto le resulta difícil sostener proyectos de largo plazo; está afectada por altas tasas de desempleo y precarización: el desempleo juvenil duplica en América latina y en Europa a la tasa general y en España y Grecia alcanza al 50%; también en América latina la OIT nos dice que 60% de los jóvenes terminan en trabajos informales y 20 millones ni estudian ni trabajan (800.000 en nuestro país). El título universitario no es ya más un propulsor al éxito sino un paracaídas que amortigua el choque contra el mercado de trabajo. Finalmente, vive bombardeada por invitaciones a consumir y señalada con el dedo por el incremento de la delincuencia. 

Los jóvenes de aquellos tiempos idos eran por lo tanto un actor colectivo con un proyecto para la sociedad y para ellos mismos. Los actuales no tienen ni lo uno ni lo otro. Por otro lado, los dirigentes sociales y políticos de la sociedad actual parecen no entender suficientemente bien la gravedad de la situación juvenil y prefieren mirar al costado o engañarse con pensamientos del tipo "esto se arregla con mayor crecimiento económico" o "se resuelve con mejores policías". 

Aquí yacen a mi juicio las causas principales que explican por qué la problemática juvenil no está en la agenda más allá de su relación con el mundo del delito. Y en consecuencia, la inexistencia de una política hacia la juventud con la envergadura necesaria para dar respuesta a este serio problema de la sociedad actual. Miles de millones de pesos son gastados en el sistema previsional para los mayores, el sistema educativo para los niños o en el salud para los más pobres, pero sigue ausente una política de relevancia para este sector especialmente castigado de la población. 

En nuestro país, sectores juveniles alentados por el calor oficial (otra diferencia con la generación anterior) han comenzado nuevamente a abrazar la política luego del letargo de los '90, algo que debe ser bienvenido. Pero se trata de una politización que no alcanza a expresar ideas del tipo de sociedad que quiere alcanzarse ni cómo responder a los nuevos desafíos que tiene el mundo juvenil. 

Participar en política se reduce básicamente a lograr posiciones de poder. En definitiva, no hay indicios de que quieran para sus hijos una sociedad diferente de esta desigual y excluyente que mi generación forjó para ellos. 

¿Volverán a ser actores con un proyecto nuevo de sociedad? ¿O seguirán condenados a ingresar en la agenda pública sólo como delincuentes?
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