Los BRICS y la Argentina

Varios países aspiran a formar parte del grupo BRICS, que hoy conforman Brasil, Rusia, India, China y, recientemente, Sudáfrica. Los interesados son México, Argentina, Indonesia y Australia. Turquía también podría calificar pero su inclusión en la Unión Europea y en la OTAN la deja afuera.


Los BRICS son el estado mayor de los países emergentes. Sus respectivos PBI -excepto Sudáfrica- ya han superado el billón de dólares. Sus economías en expansión lideran el crecimiento en un capitalismo en crisis, donde manda la renta financiera, y precisamente por eso, ya que en aquellos manda la ganancia industrial.


Son fuertes exportadores, tienen abundante reservas monetarias y pagan salarios relativamente bajos. En las décadas últimas han acortado la brecha tecnológica que los separaba del llamado Primer Mundo. Casa país de los BRICS tiene socios en su hinterland. China en el Asia-Pacífico; Rusia en las ex repúblicas soviéticas; Brasil en el Mercosur; Sudáfrica en medio continente negro.


Son, naturalmente, las puertas de entrada a esas economías menores pero igualmente expansivas, como es el caso de la Argentina.


Los BRICS son la decantación natural de los otrora llamados países del Tercer Mundo, que adquirieron fuerza y poder en las décadas del 60 y 70. Entonces las economías de la Argentina y Brasil eran muy semejantes entre sí, tanto en desarrollo industrial como en ingresos per cápita.


La Unión Soviética era la economía más fuerte de la periferia y China e India empezaban a despegar. Durante los últimos 50 años el quedo de la Argentina y el salto de Brasil se explican por los errores y aciertos de las políticas locales, o, mejor dicho, son el resultado de la lucha por la hegemonía en ambas sociedades.


En el país vecino triunfó el desarrollismo industrialista (aún bajo gobiernos militares), mientras que aquí se impuso el modelo agroexportador basado en la alianza entre el agro más concentrado y las finanzas, con eje en la venta de commodities y el endeudamiento externo, lo que permitió una capitalización forzada y socialmente perversa, responsable de una enorme fuga de capitales.


El modelo Hood Robin se agotó en la crisis de 2001-2002.


China e India, con sistemas políticos diferentes, hicieron del capitalismo de estado con inversión privada -inicialmente extranjera- el eje de su desarrollo. Beijing generó una economía de 6.6 billones de dólares, producto de un crecimiento sostenido del orden del 10 por ciento anual, y en los últimos veinte años sacó de la pobreza a 600 millones de personas. India y Brasil ya superaron los 2 billones; Rusia se está recuperando del traumático retorno al capitalismo y constituye de a poco una nueva burguesía sobre la base de la vieja nomenclatura, a la que continúa favoreciendo con la privatización a bajo precio de empresas y bienes del estado.


Desde la última crisis la Argentina recuperó su desarrollo industrial y hoy redondea un PBI de medio billón de dólares. Su política de defensa de la industria nacional y de sustitución de importaciones le permitirá mantener el superávit comercial -ya que el crecimiento industrial ha generado un aumento significativo de las compras al exterior- y el saldo favorable de la balanza de pagos. Sigue confiando en el aumento del empleo y del consumo, es decir en el mercado interno.


China, India y en menor medida Rusia son compradores de granos producidos en la pampa húmeda. Pero, aunque con saludables excepciones, el grueso de las exportaciones industriales de la Argentina se coloca hoy en países latinoamericanos. Así y todo, en los últimos años se ha destacado la exportación de bienes con alto valor agregado, como centrales nucleares de estudio (vendidas a Egipto, Perú y Australia), radares, informática y telefonía; también exporta biotecnología para aplicaciones agro-industriales.


La inclusión en el área de los BRICS le permitiría a la Argentina el acceso al grupo de mercados emergentes más pujante de la actualidad. De esa manera podría interactuar como socio pleno con el sector más dinámico de la economía mundial