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Juan Antonio Maesso, escritor

“Los valores del humanismo no venden, no cotizan en bolsa”

“Los valores del humanismo no venden, no cotizan en bolsa”

El escritor Juan Antonio Maesso homenajea a Erasmo de Rotterdam en su última novela, Una pared desnuda, una ventana (Paréntesis Editorial), ese eterno humanista tan citado como desconocido. Una mirada sobre la contemporaneidad que vuelve al ser desconcertado ante el alud de fisuras, ajenas y propias (melancolía, apocamiento, animosidad, angustia…); un ser que no sabe o no puede, y ante ello escapa por la senda siempre multidireccional de la frustración en busca y captura de su salvación.   A veces una retirada a tiempo hacia el interior de uno mismo también puede considerarse una victoria, aunque sea momentánea, ¿no? Sin duda. Al menos yo lo creo así. El exilio interior, cuando no entiendes muy bien de qué va esto, no deja de ser una alternativa eficiente en el ámbito de lo emocional. Y eso es lo que le ocurre al protagonista de esta novela, a Erasmo. Sin embargo es difícil, por no decir imposible, vivir encerrado en uno mismo toda una vida, por lo que el personaje busca, y logra encontrar a personas que le permiten salir de ese descreimiento, o estupefacción.   ¿Conoce salvación el hombre estupefacto? Si no la salvación, sí al menos una supervivencia tranquila. Los tiempos están para sobrevivir, y el que lo consigue puede decir: “Bueno, al menos yo he encontrado a personas por las que vivir, o que me ayudan a sobrellevar. Al menos en la vida también hay cosas por las que merece la pena vivir, cosas que merecen ser vividas”.   ¿Una pared desnuda o una ventana? Erasmo, cuando se encierra por propia voluntad, y luego al decidir salir de nuevo superando ese miedo o terror irracional, encuentra en una pared desnuda, como el mismo comenta, su Yo introspectivo; y la ventana es la que le mantiene atado al mundo mientras observa a través de esa misma ventana lo que fuera ocurre. Por lo que el título de la novela salva de alguna manera su particular manera de mirar y de sentir.   La huida puede considerarse un universal antropológico, como el amor o la muerte: nacemos, nos enamoramos, huimos… y morimos… La huida, sí, eso es lo que solemos hacer incluso sin darnos cuenta de que huimos desde la infancia. A mí, personalmente, eso de la huida me parece de lo más interesante. Él, mientras mira a su pared, recuerda cosas, su caótica memoria, como suelen serlo todas esas memorias, en el instante de recordar la memoria te juega malas pasadas, da saltos en el vacío, después se recompone y vuelve a descomponerse como si la memoria misma quisiera huir. Sí, creo que podría ser una de esas cosas a las que llamamos universales, sí.   ¿Tan complicado se ha vuelto el humanismo en estos tiempos modernos, entre otras cosas, cada vez más individualistas? El humanismo no está de moda, los valores del humanismo no venden, no cotizan en bolsa: ¿quién puede imaginarse  a esos mercados, a esos banqueros dueños del mundo, que mueven los hilos de los gobiernos defendiendo y practicando esos valores? Sería como firmar su propia pena de muerte. Y como todos podemos entender a nadie le gusta ajusticiarse a sí mismo, qué disparate, dirían. Es más fácil ajusticiar a los otros. Luego huyen y santas pascuas. Hasta Erasmo, el protagonista de esta novela, puede llegar en un momento de su vida, tentado por el poder (un poder sin poder, un poder abyecto cuando se trata de conseguir unas migajas de lo que entendemos por poder real), a ser taimado, aunque luego reaccione y de ahí, entre otras cosas, su encierro por propia voluntad. Pero hay valores que deberíamos volver a practicar, es un sano deporte: la bondad, el afecto, el respeto al otro, escuchar antes de abatir, enfundar la espada y usar la palabra. Reflexionar antes de apretar el botón de la bomba. Y que no se confunda esto con ese buenismo tontorrón. Los que nos gobiernan tendrían que dejar a un lado esa desafección por los gobernados. No les importamos. En fin, todo esto es de lo más complicado, aunque nos afecte cada día.    Una pared desnuda, una ventana da también muestras nuevamente de ese hombre desenfocado suyo… Sí, algo habrá de aquellos varones de los cuentos del Varón desenfocado. Puede que algo de su estilo, de esa voz que todos buscamos cuando decidimos escribir, digo yo que será eso. Tal vez tanto el protagonista como el resto de personajes anden algo desenfocados. ¿Y quién no? ¿Quién puede estar seguro de nada? ¿Quién puede atreverse a aseverar que tiene la verdad absoluta, que entiende de todo y lo que el entiende es la verdad, cuando la verdad, como bien dice Marías, es una maraña?   Usted que lleva tiempo organizando encuentros literarios sobre Borges, Goytisolo, Cernuda o Joyce, entre otros, ¿qué ha sacado de la literatura? De la literatura he sacado parte de los momentos más importantes de mi vida, y también de la gente que he podido conocer, y no entro a valorar personalmente a los escritores, allá cada uno (a veces, es verdad, sería mejor leer la obra de alguno de ellos y no llegar a conocerlo jamás, para qué). La existencia sería menos llevadera para mí si no existiera la literatura. Sin inventar mundos ficticios la vida se hace un poco más cuesta arriba. Pero también sería más jodida sin el cine, la danza, el teatro, un cuadro, una escultura, el sonido de las olas, yo qué sé. La vida no tiene por qué ser tan triste si sabes mirar la belleza. El problema aparece cuando llevas puestas perennemente las anteojeras, cuando cierras los párpados, cuando te niegas a tocar, o no permites ser tocado. Qué sería de nosotros si no conociéramos a Hamlet, o a Falstaff, o a Emma Bovary, o a Zukerman, o a Walser.   ¿Es la condición humana el elemento vital de esto que llaman Literatura, con mayúsculas? Tal vez sea así, sí, como diría Molly Bloom. La condición humana, vale. Han hablado de ella desde Malraux hasta Hannah Arendt y muchos otros. Si se trata de describir el terror, el miedo, la delación, la bondad, la entrega, la traición, el amor, la muerte, el dolor, bueno, todo eso cabe en la condición humana, si no seríamos androides. Pero somos humanos, aunque las más de las veces seamos o actuemos de forma inhumana, y todo eso es novelable; es motivo de poesía, como el describir un olmo, o la tristeza en un poema. Sí, la condición humana es un buen tema para discutir, y la literatura lo hace a veces de forma extraordinaria. Léanse, por ejemplo, la Mancha humana, de Philip Roth. Es un buen ejemplo, en mi opinión, y ya puestos también Némesis, su última novela.
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