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La revuelta estudiantil en Chile

La revuelta estudiantil en Chile

La dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet logró contrarrestar aspectos de su imagen negativa al presentar las reformas económicas y sociales que había realizado como ejemplo de modernización y desarrollo. A pesar de que en 1997 el sociólogo Tomás Moulián desmontara el mito del Chile exitoso en su libro "Chile actual - anatomía de un mito", los sucesivos gobiernos de la Concertación continuaron repitiendo el latiguillo de los éxitos obtenidos, que también eran elogiados por los principales organismos financieros internacionales y los medios de comunicación más importantes de América Latina. Sin embargo, Chile está muy lejos de los “tigres asiáticos” con los cuales intentaba compararse, o de ser considerado un país desarrollado e industrializado porque sus ingresos todavía dependen de los vaivenes del precio del cobre. Según datos actualizados a junio de 2011 del ministerio de relaciones exteriores el cobre representa más del cincuenta por ciento de las exportaciones, seguido de la fruta fresca, alimentos procesados y el salmón. En otras palabras, Chile es un típico país exportador de materias primas. El sistema educativo fue uno de los mitos del “modelo” que estalló a los pocos meses de asumir la presidencia Michelle Bachelet en 2006 cuando la revuelta de los estudiantes secundarios -conocidos como "pingüinos"- mostró que los colegios se caían a pedazos. Los estudiantes no denunciaron solamente el problema de los edificios, también cuestionaron las profundas desigualdades de la educación chilena, las que todavía existen. En junio 2011, otra vez los estudiantes salieron a las calles para exigir que la educación deje de ser vista como un bien del mercado y se convierta en un derecho de todos. Pero en el poder ya no está la Concertación, rehén de su propia historia y de un doble discurso que intentaba mantener el equilibrio entre el modelo neoliberal impuesto por la dictadura y un discurso progresista. El partido socialista, perseguido y diezmado por los militares, negoció con la democracia cristiana -que en gran medida apoyó el golpe de Estado de 1973- para formar una coalición. Ambos, una vez en el gobierno tuvieron que lidiar con la presión de los militares y los fuertes partidos de derecha en el parlamento; por eso no se atrevieron a tocar lo esencial del modelo heredado ni la constitución elaborada por Pinochet en 1980. Incluso permitieron que el dictador, una vez que abandonó las Fuerzas Armadas, asumiera como senador vitalicio. Pero los jóvenes que ahora se movilizan no vivieron la dictadura en carne propia ni fueron parte de aquellos acuerdos políticos. Además, con el ministro de educación Joaquín Lavin y el presidente Sebastián Piñera ya no hay dobles discursos. Tal vez estos jóvenes, que representan a una nueva generación y no son rehenes del pasado, puedan sacarse de encima la pesada herencia de la dictadura
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