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Una historia de la que es imposible evadirse

Una historia de la que es imposible evadirse

Las preocupantes definiciones de James Cameron sobre la soberanía de las Islas Malvinas vienen a cerrar un círculo imposible dentro del cual Gran Bretaña quiere aislarse de la Historia y, por si fuera poco ambicioso, ponerle fin. Su vice, Nick Clegg, había empezado a dibujarlo cuando asumieron en 2010, al visitar Gibraltar e insistir en la misma medicina para los reclamos españoles sobre el peñón: la no negociación. Salvo que se quiera negar el proceso de descolonización que el mundo comenzó en 1960, a través de la Resolución 1514 de las Naciones Unidas. Salvo que se quiera desconocer la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos coloniales que incluye esa Resolución. Salvo, y esto es más grave, que se quiera desconocer su mínima responsabilidad como miembro de la ONU. Esto es, ahora, lo más irritante de la posición británica. El próximo 21 de junio, volverá a reunirse en Nueva York el Comité de Descolonización de la ONU, cuyos 28 miembros debatirán una enésima resolución que exige una negociación sobre la Cuestión Malvinas. ¿Cómo puede seguir rechazando un emplazamiento tan sensato y tan claro de las Naciones Unidas un Estado que es -a su vez- uno de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU? El Consejo de Seguridad fue el instrumento que se dio las Naciones Unidas -la organización mundial con mayor representatividad democrática que haya existido jamás- para velar por la paz y la seguridad a la salida de una Segunda Guerra Mundial, tan costosa, precisamente, para la propia Gran Bretaña. La anacrónica existencia de miembros del Consejo de Seguridad de la ONU con asiento permanente y potestad de veto le ha permitido a Gran Bretaña bloquear, también sistemáticamente, cualquier negociación sobre la Cuestión Malvinas. El Reino Unido, desde ese privilegio injusto, se niega a cumplir las resoluciones de la propia ONU que -con toda claridad- establecen que en Malvinas hay una disputa de soberanía, que hay dos partes, y que ambas deben sentarse a negociar. Como dijo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al recibir al secretario general de la ONU, Ban Ki Moon: “los países que se presentan ante el mundo como civilizadores son los que deben dar el ejemplo”. El gobierno argentino ha planteado durante los últimos años, junto a otros Estados, la necesidad de debatir y avanzar en una reforma de la ONU que refuerce su vocación multilateral y termine con esos privilegios. Pero, mientras tanto, la comunidad internacional debe revisar situaciones como la que plantea abiertamente Cameron. ¿Es posible que Gran Bretaña continúe gozando del privilegio de ocupar un asiento de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, el organismo encargado de velar por la seguridad y la paz mundiales, cuando desconoce con descaro resoluciones de tan amplio consenso como la de Descolonización? No hace falta mucho sentido común -paradójicamente una cualidad tantas veces atribuida a los ingleses- para concluir que aquellos estados con más responsabilidad debieran ser los primeros en acatar las decisiones de la Asamblea General, que es donde se expresan los 192 países de la organización. Habrá que recordarle a Cameron y a Clegg que Gran Bretaña se apropió de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur desde 1833. Que a diferencia de otras colonias, en Malvinas y Gibraltar no hay pueblos sujetos a dominación extranjera, sino violación de integridad territorial: son británicos trasplantados allí el instrumento de la ocupación ilegal. Habrá que recordarles que por eso, en 1964, la ONU estableció una “Cuestión Malvinas” (14 abstenciones, sin votos en contra). Y que, en estos días, el hijo malvinense de un combatiente inglés de una guerra iniciada en 1982 por una dictadura de la que fuimos víctimas, acaba de hacerse ciudadano argentino. Salvo, claro, que Cameron y Clegg están dispuestos a seguir encerrándose en su una posición de hecho, originada por la fuerza en el siglo XIX, y desconociendo el derecho a estas alturas del siglo XXI. Por supuesto, dentro de una semana, ante el Comité de Descolonización, siempre tendrán la opción elegida por Clegg, cuando visitó el peñón apenas accedió con Cameron al poder y afrontó a un grupo de periodistas españoles: “Malvinas y Gibraltar. Vaya pregunta… Bueno, me tengo que ir”. Difícil irse de la Historia. Mejor hacerla y asumir las responsabilidades que exige. Jorge Argüello Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
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