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Mayo 68 remasterizado: el bosque de Sherwood en la puerta del sol

Mayo 68 remasterizado: el bosque de Sherwood en la puerta del sol

El 15-M, los jóvenes de la Puerta del Sol, de las Ramblas o de dondequiera que acampen, han despertado simpatía en una mayoría de ciudadanos. Independientemente del partido a que cada cual vote, son muchos los que en algún momento han pensado que casi todo lo que piden los acampados también lo podíamos pedir todos. El mundo ideal de buen gobierno, de gestión honrada de los asuntos y dineros públicos, de justicia distributiva, de casi pleno empleo, de políticos que intenten no resultar excesivamente onerosos a los contribuyentes, nos ha parecido posible en este sueño virtual al que nos han invitado.Con ellos hemos pensado por un momento que los gobiernos y las oposiciones pueden dedicar la mayor parte de su tiempo a mejorar las condiciones materiales y culturales de vida de la gente y no a ganar o perder elecciones. Animados de un romanticismo que los seres humanos no deberían perder jamás, los jóvenes españoles han imitado a los jóvenes de las primaveras árabes,  han remasterizado al Mayo 68 francés, o plantado bosques de Sherwood en los lugares  más emblemáticos de las ciudades españolas, y han esperado la llegada de Robin Hood. Mientras las manifestaciones españolas comienzan su andadura, las revueltas o primaveras árabes están, con diferente suerte, casi al final de surecorrido y trasladadas ahora a unos procesos complicados y largos de los cuales los jóvenes están más o menos ausentes.  Esos procesos pasan por el enjuiciamiento de los corruptos y represores, por elecciones para asambleas constituyentes o simplemente legislativas, y por otras consultas para elegir a los nuevos mandatarios que sustituyan a los que ya cayeron o están por caer. Todo ello previa una recomposición laboriosa de los escenarios políticos y sociales reducidos en la mayoría de los casos a su mínima expresión durante años de dictadura que tímidamente comienzan tímidamente a contraatacar como los dignatarios del partido ahora prohibido de Hosni Mubarak o el propio Ben Alí. Pero ¿qué reflexión hacer sobre la primavera española que a los pocos días de iniciada se ha visto ya contrastada con unas elecciones que han dado a los ciudadanos la oportunidad de votar y elegir democráticamente a sus representantes municipales y autonómicos? Independientemente del sentido político de este último voto, que según todos los pronósticos se repetirá dentro de nueve meses en las legislativas de 2012, lo que parece claro es que los votantes democráticamente siguen repartiendo su voto entre los dos grandes partidos en los cuales desde el inicio de la transición recae por turnos el gobierno de la nación. De forma consecutiva y resumida, 2 legislaturas de UCD; 3 legislaturas del PSOE;  2 legislaturas del PP; y 2 legislaturas del PSOE aún sin concluir. Salvo en las primeras  legislaturas, los dos principales partidos obtuvieron cuando ganan en el entorno de los 10 millones de votos, y cuando pierden alrededor de los 9 millones. Entre ambos casi las tres cuartas partes del  voto total. Los jóvenes de la Puerta del Sol o de las Ramblas no han tenido tiempo ni para que los partidos modifiquen sus ofertas políticas, ni para que la práctica electoral les tome en consideración, y menos aún para estructurar algún tipo de campaña de sensibilización política que traduzca las simpatías de la ciudadanía en presiones electorales o cambios de actitud del gobierno o de la oposición. Aunque las acampadas se han convertido en la expresión de una suerte de conciencia y sensibilidad política recuperada, no son un programa político de gobierno ni un mecanismo electoral. Es verdad que tampoco lo pretenden aunque los acampados hayan resumido muy bien y muy pacíficamente sus reivindicaciones que, con gran sensatez, dirigen a cualquier partido que resulte ganador en las próximas elecciones. Pero la fuerza de los partidos políticos está en las urnas y las urnas tradicionalmente tienen su propia dialéctica y su propio sentido de lo práctico. Están pendientes las legislativas de marzo de 2012, lo cual da todavía a los partidos políticos españoles casi tanto tiempo para recoger en sus programas electorales o no algunas de las reivindicaciones de los jóvenes, aunque ya el  controvertido ex primer ministro británico Tony Blair ha recomendado a los políticos y al gobierno español  que escuchen a la calle pero que no se dejen gobernar por ella, a pesar de que aunque las situaciones y los contextos sociales y políticos de España y el mundo árabe no son comparables pero sí el sentimiento juvenil de estar hasta las narices de  políticos y de gobiernos. Ni siquiera parece que el discurso político de los partidos refleje comprensión por las dolencias de los manifestantes. Es verdad que son varios los políticos que se han referido a ellas, pero no siempre con reconocimiento, y a veces hasta con hostilidad. El gobierno parece contemplarlas fundamentalmente con la preocupación de no emplear excesiva fuerza, siempre inoportuna en periodos electorales complejos como el actual, para desmantelar las acampadas. Lo que me gustaría saber  es si la primavera española  va a quedar como expresión de una conciencia y una sensibilidad política recuperada que no tiene repercusión en la vida política cotidiana, o como un momento de romanticismo político al que al fin y al cabo serán insensibles los procesos electorales  y luego el gobierno futuro. De momento la exhortación de la Puerta del Sol a la limpieza y a la honradez en la gestión pública no parece haber influido en las municipales y autonómicas del pasado 22 de mayo que han  dado argumentos a quienes pretenden que España es diferente. ______________________________________________________________ * Domingo del Pino es especialista en el mundo árabe, ex delegado de la Agencia EFE en Marruecos, ex corresponsal de El País para el Norte de Africa, fue miembro de la Euro Med and the Media Task Force de la Comisión Europea y, actualmente, es miembro del consejo editorial de la revista bilingüe Afkar/ideas; colaborador de Política Exterior y Economía Exterior; de la Revista Española de Defensa; y director del Aula de Cooperación Internacional de la Fundación Andaluza de Prensa.
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