Griegos inmortales

No es un guión de Rafael Azcona para una película de Luís García Berlanga, sino que lo que les vamos a contar ocurre actualmente en Grecia. A nadie  --o a casi nadie--  le gusta morirse, pero a los griegos mucho menos. Prueba de ello es que unas 4.500 familias de funcionarios fallecidos en el país heleno, en la patria de la sabiduría, siguen cobrando las pensiones del padre o del abuelo que se han ido al otro mundo. El funcionario fallece, la familia lo entierra, y a nadie se avisa, ni se le da de baja en la guía telefónica ni como socio del “Olympiakos” o del “Panatinaikos”  (que eran los equipos de los amores del difunto), ni mucho menos se comunica el fatal desenlace a la Administración que le paga religiosamente la jubilación. Y así, cuando se ha ido para siempre, sigue siendo una fuente de ingresos para sus deudos que, tal como están las cosas en Grecia (y en medio mundo), no están para despreciar ni un euro, venga de donde venga.       Pero la historia no termina aquí: la ministra de Trabajo, Luka Katseli, que anda un poco “mosqueada” con lo de los funcionarios supervivientes a su propia defunción, está investigando el número de ciudadanos griegos que han alcanzado los cien años de edad y, al hacer las cuentas, le han salido nada más y nada menos que 9.000 personas que superan el siglo de existencia en un país con unos diez millones de habitantes, menos de la cuarta parte de la población española. La estadística parece un poco exagerada, por mucho que esos 9.000 centenarios (supuestos o reales) se hayan beneficiado de las ventajas del aceite, el pescadoy las almendras de la bendita dieta mediterránea, además de la leche de las cabras que ya pastoreaban, por los riscos del archipiélago, los filósofos y los poetas.      Y para terminar esta historia, en Grecia hay más de 18.000 personas, según el Gobierno, que cobran beneficios de desempleo a los que no tienen derecho. Ocurre, amigos, que en los tiempos de “vacas flacas”, se busca dinero hasta debajo de las alfombras, y aparecen las sorpresas: los funcionarios inmortales, los centenarios inexistentes, y los listillos de las subvenciones por desempleo.     ¿Ocurrirá algo similar en España, que es, por mitad, patria de héroes y corral de pícaros? Que cada cual dé su respuesta, y quizá lo pueda hacer con nombres y apellidos.