Carta a Carmelo Cunchillos
Es la primera vez, querido Carmelo Cumchillos, que te escribo una carta tras tu viaje, en abril del año pasado, a Australia, una forma suave de decir que ya falleciste. Tu viaje a Australia a tus familiares, amigos, compañeros de trabajo y alumnos de la Universidad de la Rioja nos dejó destrozados. ¿Cuántas lágrimas hemos derramado por creer absurdamente que no te ibas a enrollar bien con los canguros? He leído en Internet que estás fascinado por los árboles de Australia y especialmente por los tulíperos de Virginia, un árbol, que, como bien dices, es, para lucrirlo, en el ojal de la solapa. En Logroño acaba de plantarse un tulípero de Virginia en tu memoria.
Me habría encantado asistir al homenaje que en tu memoria ha organizado el departamento de Filologías Modernas de la Universidad de La Rioja, en la que, como catedrático de Filología Inglesa, civilizaste la pronunciación británica de muchos cientos de alumnos y alumnas. Siento no haber podido asistir. Dos horas antes del homenaje, a las tres de la tarde, la patria – me gusta el lenguaje de la Guardia Civil - me reclamaba en Colmenar Viejo, al norte de Madrid. Allí me fui y te recordé cuando crucé frente a la urbanización de Montecarmelo. Siempre que paso por esta urbanización – urbanización de Montecarmelo -, y lo hago con frecuencia, te recuerdo, amigo Carmelo, siento una punzada en el corazón y me acuerdo de las muchas horas de felicidad que te debo. Contigo pronunciaban bien el inglés hasta los perros y los gatos.
www.ramonirigoyen.com