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¿Estar con 'los nueve' o con 'los siete'?

¿Estar con 'los nueve' o con 'los siete'?

La marca Sortu, con la que los herederos de Batasuna pensaban presentarse a las elecciones municipales y autonómicas del próximo 22 de mayo, ha quedado ilegalizada por una resolución del Tribunal Supremo, y bien ilegalizada está, supongo. No soy jurista, aunque me apasionen los temas relacionados con la interpretación de las leyes. Y, por tanto, debo advertir de entrada que me considero incompetente para, desde un plano técnico, opinar de una decisión mayoritaria de la Sala 61 del alto Tribunal –siete magistrados, de un total de dieciséis, discreparon de la opinión vencedora, aunque solamente se registraran tres votos discrepantes--. Pero no puedo, ni debo, prescindir de mi instinto de observador político de ya larga trayectoria, ni de mi criterio como mero ciudadano, para sospechar que esta resolución, que solamente conoceremos en su integridad la semana próxima, va a traer algunos problemas. Y no poca polémica. Entiéndame usted: no es que esté en contra del veto legal de hecho para que Sortu, por la que no siento la menor simpatía, se presente a las elecciones. Ni puedo proclamarme, como hacen el presidente de los socialistas vascos Jesús Eguiguren y algunos otros, a favor sin más de la inscripción legal de este partido, basándose en razones eminentemente tácticas. Pero tampoco puedo compartir la general alegría ante el hecho de que el Supremo, sin duda inevitablemente algo influido por la presión ambiental, haya impedido que la formación ‘abertzale’ concurra a las urnas del 22 de mayo. Tengo la impresión de que, si siete magistrados del Tribunal han discrepado de la mayoría de nueve, el debate jurídico no ha debido de ser fácil. Y no estoy del todo seguro de que los informes policiales que hablan de connivencias entre la ilegal Batasuna y la ahora no legal Sortu puedan resultar decisivos en el momento de que los jueces inclinasen la balanza. No quisiera precipitarme. Iremos, en fin, conociendo las fundamentaciones legales de unos y otros; pero ya sabemos que el Derecho no es una ciencia exacta, sino interpretable por los jueces, y vemos que interpretaciones diferentes las ha habido, lo cual es algo, me parece, a tener en cuenta. Mi temor es que esta resolución exacerbe el ‘victimismo’ de quienes siempre han sabido cómo jugar bien, y por cierto cínicamente, con este sentimiento. Y aún aumenta más mi aprensión cuando escucho algunas voces especializadas que susurran que la decisión del Supremo podría encontrar escollos en un recurso ante el Constitucional. Lo confieso: la resolución del Supremo, en lo que la conocemos, aún incompleta, me ha provocado sentimientos encontrados. Por un lado, la alegría de que alguien tan cuestionable, que no ha roto de manera irrevocable, en mi opinión, las amarras con la banda del terror, no pueda ir a las urnas en igualdad de condiciones con los demócratas acreditados. Pero, por otro, debo reconocer que me siento inclinado a creer en la sinceridad de algunos planteamientos que, desde culpas pasadas, quieren romper para siempre con la violencia y con el horror. En ello, lo confieso, me debato. Siento mucho, de verdad, no poder expresar las seguridades y certezas que otros demuestran: no sé si estoy con los nueve de la mayoría o con los siete de la minoría. Pido perdón por ello, y por reconocerlo abiertamente.
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