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Mundo árabe: la transición es posible

Mundo árabe: la transición es posible

La Zona de Exclusión Aérea (ZEA) sobre Libia es una batalla que libra una “coalición voluntaria” occidental, según la han definido algunos medios franceses; pero la guerra ¿es una guerra de Occidente? Por el empeño que pone el Presidente Nicolás Sarkozy parece que sí; por lo que dicen algunos periódicos norteamericanos que señalan que al fin y al cabo fue la Liga de los Estados Árabes la que solicitó la imposición de esa ZEA en cumplimiento del “deber de proteger” a las poblaciones civiles, pudiera parecer que solo a medias. Mientras tanto, las últimas opiniones expresadas por algunos países como Rusia y China, que no ejercieron su derecho de veto cuando la Resolución 1973 fue votada en el Consejo de Seguridad, sugieren que esta no es una guerra de Occidente o al menos no de ellos. De hecho China la ha calificado de guerra por el petróleo libio, el Primer Ministro ruso Poutine “de cruzada medieval” y si se quiere complicar aún más la apreciación de lo que está en juego en Libia, algunos medios han hablado de una competencia entre el caza francés Rafale y el F-16 norteamericano por los mercados árabes. El deber de proteger, consagrado como nuevo instrumento de las relaciones internacionales por decisión de la Asamblea General de la ONU de 2005, obliga en teoría por igual a todos los miembros de la organización que lo hubieran aprobado, pero la verdad es que a juzgar por las intervenciones en defensa de poblaciones civiles habidas desde entonces no parece que haya sido un deber muy cumplimentado. A la vista de lo que han expresado algunos países resulta difícil saber si lo de Libia ”es una guerra, una, acción militar puntual, una operación humanitaria, y si tiene fecha de caducidad con independencia de que haya cumplido sus objetivos o no. La línea argumental de los miembros de la coalición tampoco arroja más luz; las limitaciones que los parlamentos pueden establecer para el empleo de sus fuerzas armadas implicanque unos aviones pueden disparar contra las residencias de Gaddafi, contra sus tanques, contra sus bases militares y centros logísticos, mientras que otros solo están autorizados a cumplir el mandato de la Resolución 1973. Qué mandato es importante saberlo porque los puntos 4 y 8 de la Resolución hablan de tomar “todas las medidas necesarias” para proteger a los civiles y zonas de población civil, y solo el punto 6 habla de la imposición de una Zona de Exclusión Aérea que supone, por razones obvias, limitaciones para cumplir los puntos 4 y 8. En esa línea de reflexión y llevando el razonamiento más lejos aún podríamos preguntarnos también si esta “primavera” que sin ninguna duda se extiende por todo el mundo árabe es también un asunto occidental o no. Me explico: la libertad y la democracia para los ciudadanos árabes, el respeto de los derechos humanos y la dignidad de las personas, la igualdad de género, el sinceramiento de los procesos de expresión de la voluntad popular, y la constitucionalización de todos los derechos que reivindican los ciudadanos, por supuesto que es un asunto que nos concierne también como ciudadanos europeos y occidentales. Lo que no está claro es que esos procesos de reformas, tutelados de cerca o de lejos por los ejércitos, nutridos por ministros y políticos de los antiguos regímenes que de pronto se convierten a la democracia, embajadores que sienten de qué lado sopla el viento y renuncian ce repente y se alían con los reformadores donde los hay, puedan prosperar sin la ayuda de Europa y los europeos y de Estados Unidos y los norteamericanos. Por eso la forma, las reticencias, las consideraciones electorales, e incluso los problemas de liderazgo como los que han surgido, en relación con Libia, los distingos entre unos países que no nos importa que entren en una cierta inestabilidad en pos de las reformas y otros a los que parece que protegemos de ellas, pueden ser un mal precedente para otras resistencias al cambio que sin duda surgirán incluso en el Magreb. Los ciudadanos árabes han demostrado que esta es una revolución, una primavera, pacífica, que simplemente están hartos de los abusos de unos gobernantes que consideran que el paso por el poder es una manera de mejorar el patrimonio personal; que piden libertad, justicia, equidad en la distribución de la riqueza, y vivir en un estado de derecho. Un amigo árabe me decía hace unos días, hablando de Argelia,  que el problema allí son cuatrocientas o mil personas. En los demás países ocurre algo parecido. Marruecos puede llegar a ser un ejemplo de transición pacífica. La monarquía como tal no está cuestionada, solo su concepción del poder; el país dispone de unos empresarios y de unos economistas e intelectuales en general, muy cualificados, de unas mujeres extraordinariamente combativas, y aunque a los españoles no nos lo parezca, de una prensa que solo necesita libertad para contribuir a un Marruecos nuevo y democrático. Su sociedad civil es fuerte y es probablemente la esperanza de relevo pacífico en cualquier transición. Ellos, como todos, necesitan que Europa y Estados Unidos no les abandonen. Otros artículos de este autor: Intervención en Libia: La Unión europea puede derrotarse a sí misma Libia: tres batallas que la coalición debe ganar: militar, civil, y opinión pública Transiciones árabes: Marruecos cuenta con el apoyo de Occidente (1/2) Libia-Consejo de Seguridad: Por fin un espacio de exclusión aérea Transiciones árabes: Los obstáculos a las reformas en el Magreb II Transiciones árabes: Los obstáculos a las reformas árabes I El rey de Marruecos anuncia reformas constitucionales El enorme excedente financiero árabe, un posible instrumento de desarrollo Mundo árabe: transiciones inevitables, pero no garantizadas * Domingo del Pino es especialista en el mundo árabe, ex delegado de la Agencia EFE en Marruecos, ex corresponsal de El País para el Norte de Africa, fue miembro de la Euro Med and the Media Task Force de la Comisión Europea y, actualmente, es miembro del consejo editorial de la revista bilingüe Afkar/ideas; colaborador de Política Exterior y Economía Exterior; de la Revista Española de Defensa; y director del Aula de Cooperación Internacional de la Fundación Andaluza de Prensa.
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