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Rafael Ávila: "Pensaba que me iban a matar. Temía por mi vida"

Rafael Ávila, el empresario de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) secuestrado en junio de 2008, ha declarado que "pensaba que me iban a matar" y que temió por su vida durante los 16 días que permaneció cautivo en un chalet de Almonte (Huelva).    La tercera sesión del juicio ha arrancado en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cádiz con la declaración de la víctima del que ha sido calificado por la Policía como "el secuestro económico de mayor duración de los investigados en España" y en el que el secuestrado se encontraba "en peores condiciones".    Ávila, que ha tenido que interrumpir su declaración en dos ocasiones ante la consternación al recordar los hechos, ha comenzado relatando que el día que fue capturado salía de la oficina cuando fue abordado, lo cogieron del cuello y "en cuestión de segundo me habían atado con presillas las manos y los pies y me habían metido un pañuelo en la boca".    A continuación, según ha indicado, fue metido en una furgoneta y "al rato" lo pasaron al maletero de un coche. Ávila recuerda que lo metieron "en un habitáculo", que "no sabía dónde estaba" y que lo tiraron en un colchón y le metieron pastillas en la boca.    Así pasó unos días, "amarrado" a la pared" y encapuchado, hasta que al cuarto día lo amarraron con una cadena que le "permitía estar tumbado y, a veces, estar un poco de pie".    Ávila ha declarado que durante esos cuatro primeros días logró quitarse una de las presillas y liberar una de sus manos, aunque no se quitó la capucha porque "no sabía dónde estaba", temía por su vida y pensaban que lo iban a matar.    Una vez que le quitaron la capucha fue cuando se dio cuenta que se encontraba en un box para caballos donde, según ha manifestado en varias ocasiones, "hacía un calor horrible", hasta el punto de que "pedía agua porque pensaba que me iba a asfixiar". CAPTORES OCULTOS    El empresario sanluqueño ha afirmado que en el box "siempre", a excepción del día que le hicieron una de las fotos, entraba una sola persona a la que no conoce ni puede describir físicamente porque lo hacía "totalmente tapado, con guantes y capuchas". Además, ha indicado que normalmente entraba con una pistola que incluso llegaba a "manipular" cuando le daba de comer.    Lo que sí ha precisado el secuestrado es que la persona que entraba en el box tenía por lo menos dos jefes por encima, además de que iba acompañado, ya que antes de salir del sitio donde estaba secuestrado daba golpecitos en la puerta para que alguien le abriera desde afuera.    En cuanto a si era consciente de la situación y las negociaciones, Ávila ha manifestado que "preguntaba y me daban información mínima". Eso hacía, según ha relatado, que lo que hacía entonces era imaginarse situaciones, hacer como una película con diferentes finales" en los que terminaba llorando de alegría y pensaba que iba bien y "de pena" si pensaba que las negociaciones se había roto y que "me pegaban dos tiros". ANGUSTIA, TENSIÓN, CON HORMIGAS ALREDEDOR Y A OSCURAS    El empresario ha manifestado que a pesar de los tranquilizantes que le daban "no dormía por las noches", ya que "era una angustia diaria, minuto a minuto, lo cual me llevaba a estar en tensión las 24 horas".    Además, ha recordado las lamentables condiciones en las que se encontraba diciendo que las hormigas le "picaban por las noches", hasta que se dio cuenta de que estaban a su alrededor por sus propios restos (como pelos o escamas de la piel), por lo que se dedicaba a intentar recogerlos para que no acudieran las hormigas.    Ávila ha declarado que el box en el que se encontraba era "hermético", que "no circulaba el aire" y que "no entraba luz", por lo que la luz interior se reducía a una bombilla.    Además, se ha mostrado totalmente seguro de que el habitáculo había sido "preparado" para el secuestro y de que los captores, "por el procedimiento que llevaban, sabían lo que estaban haciendo", llegando a decir que incluso piensa que "lo han hecho con más".    El estar encerrado le hizo agudizar los sentidos, por lo que ha manifestado que "sabía que estaba cerca de una carretera en la que había mucho tráfico en algunas ocasiones y poco en otras", una especie de nudo de autovía.    Asimismo, ha afirmado que también sabía que estaba en un lugar "cerca de la costa" desde el día en que le dieron de comer paella, ya que "el material (ambas y marisco) era bueno".    Una vez liberado, el empresario ha indicado que estuvo en manos de un psiquiatra que le recetó unas pastillas que tomó durante un mes y medio o dos meses para eliminar la ansiedad creada por los tranquilizantes que le habían dado, así como con medicación para el shock traumático.    Preguntado por el Ministerio Fiscal por cómo es su vida desde entonces, Ávila ha dicho: "mi vida es una mierda desde el día del secuestro hasta ahora".    En este sentido, ha indicado que ha cambiado "todo", incluso su negocio, ya que se ha llevado "un año y medio sin hacer prácticamente nada". Así, ha asegurado que "ahora no tengo ni el 20 por ciento de la capacidad de trabajo que tenía antes".    Un total de ocho personas se sientan en el banquillo de los acusados desde el lunes. Entre ellos se encuentra Luis Miguel Rodríguez Pueyo, que ha reconocido su culpabilidad ante la juez y ser el ideólogo del secuestro.  
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