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Gibraltar como provocación

Gibraltar como provocación

Se anuncia un viaje oficial a España de Carlos de Inglaterra, príncipe de Gales, y de su esposa, Camila, duquesa de Cornualles. Los servicios diplomáticos de ambos países preparan la agenda de la visita, que incluirá reuniones con la Familia Real española, con el presidente Zapatero y con el alcalde de Madrid, Alberto Ruíz-Gallardón. Pero se teme que, tras dios días de viaje oficial, con el programa perfectamente organizado, Carlos y Camila aprovechen otras jornadas de visita privada, y se vayan a Gibraltar, donde el ministro principal, Peter Caruana, tiene elecciones en el próximo otoño, y al parecer está muy interesado en que el heredero de la Corona británica se dé una vuelta por la colonia. Será muy libre de hacerlo, como acudió al Peñón en su viaje de bodas junto a lady Di, pero sería un detalle con aspecto de descortesía. Esperemos que renuncie a caer en esa tentación y que sea respetuoso con los sentimientos del pueblo español, que tiene que soportar en su territorio la última colonia que existe en Europa, y además mantenida por una nación de la que somos socios. Carlos y Camila, en fin, por gratitud hacia el Estado que les invita no deberían acudir a Gibraltar, como quien visita una finca particular cuyo alquiler histórico ya está caducado, y más que caducado.    Y este viernes en que se cierra la semana de los 110 kilómetros por hora y de la amenaza de huelga de los trabajadores de AENA, también nos fijamos en esa pasión que les entró a los personajes más ricos del mundo, a los que salen en la revista “Forbes”, por introducirse en el planeta del deporte.  El mexicano Carlos Slim, la mayor fortuna de los cinco continentes, el amigo de Felipe González, patrocinando una escudería de la Fórmula-1; el brasileño Eike Batista, con una fortuna de 31.000 millones de dólares, introduciéndose en los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro;  el indio Lakshmi Mittal, líder de los empresarios metalúrgicos, principal accionista del fútbol inglés; o al ruso Román Abramovich (petróleo, acero, inversiones), reforzando la plantilla del Chelsea, un clásico del fútbol británico, con 690 millones de dólares. La lista es muy larga, y en ella figura también Silvio Berlusconi y Florentino Pérez, entre otros muchos. ¿Qué tendrán en común el deporte y el dinero? ¿Harán suyo estos magnates el pensamiento del barón de Coubertin, eso de que “lo importante no es ganar sino participar”?. Nos tememos que no: que quieran ganar a toda costa porque, aunque sean de barro, como todos los seres humanos, las derrotas les sientan muy mal. Tan mal como le sentaría al pueblo español la presencia de Carlos de Inglaterra y de Camila Parker en Gibraltar.
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