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El gran parón

Milagrosamente, no fui uno de los miles de afectados por el inmenso atasco que, durante más de dos horas, colapsó una autovía de acceso a Madrid, un caos del que ayer sábado se hacían eco en portada todos los periódicos madrileños. Sí fue víctima de ese caos un familiar, que me relataba cómo, al final, los conductores bromeaban, por no hacer otra cosa, con esta ‘drástica’ limitación de velocidad que les impuso la nevada y la incapacidad para afrontarla. Hago gracia al lector de algunos de los comentarios de florido verbo que algunos de los atrapados en la jaula de sus vehículos dirigían a la previsión de las autoridades (in)competentes. Pero viene bien el tema de este gran parón para ilustrar cómo andan los ciudadanos de irritados ante algunas de las no muy bien explicadas medidas de ahorro de energía que el Gobierno ha puesto en marcha, comenzando por esa reducción de la velocidad máxima a 110 kilómetros por hora.

Nunca como ahora fue tan necesaria una comparecencia gubernamental al máximo nivel --¿Zapatero?¿Rubalcaba?—para explicar lo que está pasando a todos los niveles: la ciudadanía, acostumbrada a esperar lo peor y a escamarse, se vuelca en radios, cartas a los directores de periódicos y en Internet en hipótesis de variada factura, que dejan, en todo caso, en precario la credibilidad del Ejecutivo. Zapatero, incapaz al parecer de salir ante el atril durante más de los diez minutos que duró su comparecencia ante el Comité Federal este sábado, debería, sin embargo, tomar las riendas personalmente –y, si no, ya digo, el omnipresente Pérez Rubalcaba—para hablarnos de cómo están los suministros energéticos, de si hay algo más que un plan coyuntural en este sentido, de cómo van a evolucionar, visto lo visto, los indicadores económicos…y, por supuesto, de cómo encara él su propio futuro político. Hay un nudo gordiano que ZP tiene que deshacer. O, como Alejandro Magno, cortar, si no puede desatarlo.

Porque la semana ha estado eso, atascada en el parón político más que perceptible de unas medidas que nadie comprende aunque muchos critican, de unas reformas por completar, de una indecisión del inquilino de La Moncloa que está creando una auténtica tormenta en el seno del PSOE –no había más que ver las caras, y escuchar ciertos comentarios discretamente vertidos, de los asistentes al comité federal—y, cómo no, en el conjunto de la sociedad española. Y, mientras, en el Partido Popular aprovechan para celebrar convención tras convención, recorriendo España para convencer a los electores de que, pese a todo, Gürtel incluído, son una alternativa creíble, eficaz y ya probable más que posible. Me dicen que el signo de las encuestas que maneja el PSOE es aterrador; no será llamando ‘frikis’ a quienes discrepan de la eficacia de las medidas de ahorro, ni enviando alfilerazos a gentes tan conocidas como Fernando Alonso, que se atrevió a criticar el gesto de la limitación de velocidad, como lograrán contrarrestar esta tendencia a despeñarse.

Por increíble que parezca, y por mucho que algunos dirigentes autonómicos y locales socialistas piensen lo contrario, me parece que Zapatero sigue teniendo una alta cota de popularidad entre los españoles, aunque todos sepan ya que su decisión es la de no continuar en la brega. Es urgente que el cada vez más solitario inquilino de La Moncloa dé el paso al frente y nos abra, a los contribuyentes, electores, consumidores, inversores, a los ciudadanos, en suma, su corazón y su mente. Que convoque una de sus largas ruedas de prensa y produzca el gran titular. Quo vadis, esfinge?

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