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Corrupción, S. A.

Corrupción, S. A.

Tomás Gómez ha dado por 'zanjado' el asunto de Trinidad Rollán: "Queda claro que no es corrupción", ha dicho. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ése que tanto parece despreciar el líder socialista madrileño, le desmiente rotundamente. Buscamos "corrupción" (del lat. corruptĭo, -ōnis). Dice, en su primera acepción: "1. f. Acción y efecto de corromper". Segunda acepción: "2. f. Alteración o vicio en un libro o escrito". En su tercera voz: "3. f. Vicio o abuso introducido en las cosas no materiales. Corrupción de costumbres, de voces". Y la más importante: "4. f. Der. En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores". Parece claro…; claro que, a lo mejor, la acepción que más le gusta a Tomás Gómez es la quinta: "5. f. ant. Diarrea". Porque decir que lo de la 'Trini' (Rollán) no es corrupción es como decir que Franco era un bendito.

La cuarta acepción de "corrupción" define a la perfección, como hemos visto, el delito de "prevaricación", que es por el que ha sido condenada la tal 'Trini' por beneficiar a unos perjudicando a otros desde un cargo público. Dice la RAE sobre "prevaricación" (del lat. praevaricatĭo, -ōnis) en su única acepción: "1. f. Der. Delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario". Queda claro, pues, que esta definición de prevaricación coincide con la cuarta voz de corrupción. Queda clarísimo, pues, que la 'Trini' (Rollán), dado que es prevaricadora según la Justicia, es igualmente corrupta. Al menos, en primera instancia, ya que la sentencia es recurrible.

En la calle, la gente asiste a un debate que causa estupefacción generalizada: no vale lo que digan los juzgados, sino lo que cada uno quiera entender en su santo entender y por el bien exclusivo de sus únicos intereses sobre corrupciones y corruptelas. Cuando lo hace el enemigo político, el político enemigo es un "corrupto" y debe dimitir inmediatamente, incluso desde que es imputado. Cuando lo hace el alter ego de uno mismo y afecta a los intereses particulares o partidarios, incluso cuando es condenado es un bendito de Dios que sufre la calumnia, la injuria y si me apuran hasta la blasfemia de la maldita oposición.

Lo que debería ser es lo obvio: que los condenados en primera instancia (caso de la 'Trini' (Rollán) y de muchos otros, del PSOE o del PP, que la cosa es indiferente) deberían dimitir si tuvieran vergüenza -que no la tienen- o ser dimitidos, si no tuvieren vergüenza -que no la tienen- de forma preventiva, a espera de la sentencia firme. Y todo lo demás son corruptelas de corruptelas. Porque, además, es corromper el lenguaje y, lo que es aún peor, la moral, la ética y la dignidad.

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