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Opinión: Consuelo Sánchez-Vicente

Y... vino el lobo

Y... vino el lobo

 La política se inventó para resolver los problemas de la sociedad, esta es la razón de su éxito; si lo pensamos bien, lo que en definitiva justifica que los ciudadanos sostengamos más o menos gustosamente con nuestros impuestos las instituciones de la democracia. Pero, según las últimas encuestas sobre la situación española, entre ellas la del CIS, resulta que en el mayor problema que tenemos encima, el problemón de la crisis, los españoles confiamos más en nuestras propias posibilidades de "sacarnos" a nosotros mismos adelante con nuestros propios recursos que en la capacidad para llevar la nave España a puerto del Gobierno y por extensión del resto del arco parlamentario. Más en nosotros mismos, por resumir, que en los legítimos representantes que elegimos en las urnas para que "nos gobiernen".

   Las medidas del Gobierno para salir de la crisis cotizan a la baja en la bolsa de la confianza de los españoles en el futuro. Para el 80 por ciento de los encuestados del CIS la situación de la economía española es mala o muy mala y solo el 17 por ciento de ellos aventuran que en 2011 mejorará. Pero, frente a tan alto grado de desconfianza digamos "institucional", destaca que casi el 35 por ciento de encuestados afirma que a ellos las cosas les van bien o muy bien y un 40 por ciento largo que espera que este año les vaya aun mejor. Como subidón de autoestima, estupendo; ahora, como diagnóstico del minuto, tiempo y resultado de la credibilidad de las instituciones democráticas, pienso que desolador.

   Vemos pasar las estadísticas de la crisis como fenómenos meteorológicos adversos, desbordados  por la marea aparentemente imparable de malas noticias. Pero, aun así, por fijarnos en el sector que crea el 80 por ciento del empleo en nuestro país, los autónomos. Según el informe que hizo público ayer la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos (ATA), el año pasado se afilaron a la Seguridad Social 502.466 autónomos, un 9,3% más que en 2009. Cierto que la situación dista mucho de ser ni medio buena, las bajas de esa cuenta suman 612.106 trabajadores, lo que significa que 56.567 tuvieron que cerrar sus negocios. La tardanza del presidente Rodríguez Zapatero en admitir la simple existencia de la crisis por razones puramente electorales, como me parece que el tiempo se ha encargado de demostrar, hace que ahora que toca (con razón) a rebato, pocos le crean. Lo peor es que ha sido la credibilidad institucional del gobierno la que ha resultado dañada no solo la suya personal. Recuperarla es uno de los retos del próximo Gobierno, Pero (botella medio llena) la sociedad civil, sea eso lo que sea, ya gatea. Y la esperanza alienta. Hasta bajo los escombros de Haití, caray, había vida

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