Celestino Corbacho puso un fondo azul y un montón de pantallas de plasma en el que se leía en letras blancas y bien grandes “Diálogo Social”. Aquello acabó un amanecer de junio como el rosario de la aurora. José Blanco, para darle más glamour, le puso hasta un Palacio a las negociaciones por un pacto económico, el de Zurbano, en el que una futura Reina había enterrado a su perrito. Pero ni por esas. Duró lo que un merengue a la puerta de un colegio. Ahora Rubalcaba ha impuesto su estilo –ese, jefe Jaúregui, que tan poco te gusta, jé, jé-. Reuniones clandestinas para un futuro pacto. Es como una operación como las que prepara como ministro del Interior. Y ahí el supervicepresidente Rubalcaba se mueve con la agilidad de un comando en operaciones especiales. Como mucho se sabe cuándo, pero nunca dónde; quiénes se reúnen pero apenas de lo que tratan.
Y si acaso se filtra el número de horas que le echan al empeño. El finde pasado fueron 23 y parecieron demasiadas. Nadie entendía para qué tanto encierro si solo se trataba de que el Gobierno se plantara en la jubilación a los 67 años y los sindicatos se hicieran fuertes en el “por ahí no pasamos”. Ahora sabemos que sirvieron para convencer a Cándido Méndez y a Ignacio Fernández Toxo de que aplacaran a sus máximos órganos de dirección. Se temía que podían haber iniciado la convocatoria de un segundo 29S de huelga general, el lunes y el martes pasados, y acabaron apostando por seguir hablando: “Ahora es tiempo de negociación”, decía el ugetista Toni Ferrer formalizando el primer éxito de la táctica clandestina de Rubalcaba.
Seguimos ahora con los mismos misterios de entonces aunque nos han hecho saber que se busca todo un pacto aún más grande que el nonnato de Corbacho o que el que nunca existió de Zurbano. Se busca la vuelta al diálogo social para que arregle todas las reformas pendientes y amenazantes sobre las cabezas de los trabajadores: pensiones, negociación colectiva, desarrollo de la reforma laboral…
Lo necesita el Gobierno porque ya quedan pocos, entre quienes le votaron, que se crean eso de que es el campeón de la política y la cohesión social. Le vendría como agua de mayo a Méndez y Toxo, que saben muy bien que otra convocatoria de huelga general no les servirá para nada que no fuera deteriorar aún más su capacidad de convocatoria. Sería como un Jordán para lavar la impresentable imagen una patronal que, durante varios años, solo ha servido para proteger a un pésimo empresario de sus muchas responsabilidades ante miles de trabajadores y ante los tribunales.
Pero, sobre todo, a quien le hace falta como el comer es a este país, cuyos ciudadanos sufragan con sus impuestos a este Gobierno, a esos sindicatos y esa patronal que, hasta ahora, han sido incapaces de sacarles del pozo de esta maldita crisis.
Si (
No(
