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¿Estamos locos o qué?

Más sanos, más cabreados y, sobre todo, más pobres

Más sanos, más cabreados y, sobre todo, más pobres

Estaba esperando a salir a la calle y ver cómo se respira en los bares españoles desde la entrada en vigor de la ley que prohíbe fumar en los mismos. Y lo cierto es que todavía no he podido. Pero me han contado que se cumple. No sé qué pensaré cuándo vaya a tomarme algo o vaya a comer y después me encuentre como cuando está uno en un hospital de visita y come en la cafetería. Que luego no se puede fumar.

Vaya por delante que entiendo y respeto el derecho del no fumador y que defiendo que  su derecho de respirar aire puro esté por encima del del fumador de intoxicarlo. Por ello creo que las zonas de no fumadores son inviolables. Ahora bien, suponiendo que existan esas zonas. Porque con esta ley han dejado de existir. Incluso algunas que habían sido creadas a tales efectos son hoy urnas vacías sin ningún sentido y muchas están todavía siendo abonadas religiosamente en forma de letras de préstamo en el banco por reformas impuestas por el mismo gobierno. El gobierno del ahora hago, ahora deshago y dónde dije digo, digo Diego.

Yo creo por encima de todas las cosas en la libertad del individuo. Incluida la de la autodestrucción. Repito que sin molestar a los demás. Por lo tanto no entiendo que se prohíba de manera tan salvaje un vicio (es un vicio) que uno hace en el ejercicio de su plena libertad y en pleno uso de sus facultades pero que, por el otro lado, se cobren los gravámenes tan onerosos que tal vicio desprende y que no son más que los impuestos que el mismo ejecutor de la Ley, recauda (a manos llenas) por detrás. La ley anterior, de zonas de fumadores y no fumadores era perfecta. Se respetaba el derecho de los que no se quieren intoxicar y por el otro lado se daba permiso a quién sí lo quiere hacer, a suicidarse como prefiera.

Pero este el Gobierno de los golpes de efecto. Y convencida estoy de que Zapatero, viendo que se acaba la segunda legislatura y no repite, prefiere (o eso cree él) quedar para los anales como el presidente que no dejó fumar más en este país, que permanecer en la memoria colectiva como el que nos llevó a todos a la ruina más absoluta. O mejor dicho, no el que nos llevó que ir fuimos solitos, sino como el que no supo hacer frente a poner en marcha toda una serie de mecanismos económicos para frenar la sobreproducción y el volumen de gasto actuando mal y tarde haciendo una reforma laboral que sólo facilitó el despido, recortando los gastos sociales en las que tradicionalmente se sustenta la izquierda como razón de ser y, sobre todo, generando conflictos innecesarios entre la tranquila población, llevándola a discutir sobre cuestiones tan íntimas y tan privadas como el sexo y la religión. Cuestiones que puede que necesiten una reforma, pero no ahora. Porque cuando la casa se está inundando no es momento de cogerle el bajo a los visillos.

Y a buen seguro que ZP y todo su gobierno están encantados consigo mismos porque están cumpliendo con el deber de hacer una sociedad cada vez más sana. Y ya si pueden, de paso, más laica y, sobre todo, más pobre. Pero ya que se ponen a cuidar de la salud del prójimo, de paso por qué no prohíben el consumo del alcohol (pero no su venta que da pingües beneficios) que prohíban la venta de coches que van a más de 120 km/h (no veo la utilidad de que corran más si no se puede),que se pongan las Iglesias en el extrarradio para que no se invada la específica sensibilidad que tienen los ateos cada vez que ven algo religioso. Las mezquitas mejor las dejemos a la vista porque es una estupenda manera de crear lazos con el Islam y afianzar, así, la alianza de civilizaciones.

Y ya lo de enderezar la economía aplicando medidas mucho menos populares (todavía) que la del tabaco, mejor lo dejamos para el gobierno que venga y así de paso nos instalamos en una cómoda oposición.

Al margen de pensamientos sesudos y análisis profundos de todos los expertos en economía que valoran el pensamiento de ZP y secuaces, francamente, yo creo que el pensamiento unánime del gobierno en estos momentos es: para lo que me queda en el convento...
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