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La (re)vuelta de Chávez

La (re)vuelta de Chávez

El Chávez primitivo, el Chávez golpista, el Chávez gorila, está volviendo por sus fueros

Por mucho tiempo Hugo Chávez pudo servirse de la democracia para imponer su proyecto porque disponía de una cómoda mayoría que lo apoyaba sin reservas. Pese a que el origen de su poder no es otro sino el de un golpe de Estado, ese pecado original fue lavado en las aguas del bautismo electoral. Chávez se descubrió a sí mismo como un auténtico animal político, un ganador nato de elecciones y un líder que hacía estremecer a las masas.

Cierto era, por otra parte, que sin ocultar por completo sus intenciones (un cambio radical del orden establecido), debió ajustar su oferta, su discurso y su talante, al molde democrático y presentarse, para no asustar a la clase media (que para entonces lo idolatraba), como un reformador bien intencionado que acusaba a Fidel Castro de dictador, prometía que no decretaría un control de cambios y favorecería un capitalismo "con rostro humano".

Vaselina mediante, poco a poco, haciéndose el distraído, fue radicalizando lenguaje y acciones. Así, del árbol de las tres raíces y de la tercera vía, que alguna vez reclamó como opciones, se deslizó insensiblemente hacia "el socialismo bolivariano" para, de la noche a la mañana, declararse marxista leninista, fidelista y hasta, en algún momento, trostkista. Paralelamente y a medida que copaba los poderes públicos e invadía terrenos ajenos a las atribuciones del Estado, comenzaron las confiscaciones y la liquidación progresiva del sistema de libertades, aún avalado por las grandes mayorías.

Hasta que el serrucho se le trancó, la tortilla comenzó a voltearse en cámara lenta y la fuente del verdadero poder, el apoyo popular, se ha venido secando inexorablemente, entre otras razones porque a medida que concentra mayor cantidad de responsabilidades productivas y administrativas, el país se ha venido hundiendo en una crisis general que apunta a la ruina total y cuyas repercusiones se manifiestan en su menguante contabilidad electoral.

El chavismo como sistema es un fracaso, la magia carismática naufraga en la inviabilidad económica y social del "proyecto" y cada día le resulta más evidente que la democracia no sólo dejó de servirle, sino que ahora se convierte en el resorte capaz de defenestrarlo, una posibilidad que simplemente no puede concebir ni por asomo. Por eso el Chávez primitivo, el Chávez golpista, está volviendo por sus fueros, al menos en su retórica, y el pasado domingo dejó claro que si la minoría gana las presidenciales (¿si es minoría cómo habría de ganar?) "la revolución cambiará de signo", mientras uno de sus conmilitones militares advierte que "no volverán". Es la revuelta chavista en el comienzo de su final que, por justicia poética, por necesidad política y porque así debe ser, será democrático, electoral y pacífico. Así él no lo quiera.

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