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Aceleración

Aceleración

La inflación siguió estando, esta semana, en el centro de la escena y lo estará en los próximos meses también.
El Ministro de Economía, la siguió negando, y el Secretario General de la CGT consideró que “después de todo no es malo, si la alternativa es la deflación y el desempleo, como pasó en otros países en medio de la crisis internacional”.

Mientras tanto, en Ciudad Gótica, la tasa de inflación “crucero” que rondaba el 1,5% mensual en el 2007/2008 y que había “bajado” al 1% mensual, en la recesión del primer semestre del 2009, navega ahora, cómoda, a un ritmo del 2% mensual, con picos de 3%.
Pero pese a que los argentinos somos expertos en el problema inflacionario, reinan, en el debate, para variar,  la confusión y los falsos dilemas. En ese debate, no se distingue niveles de precios, de inflación. O de aceleración de la inflación.

Me explico, en la Argentina, algunos productos y /o servicios son permanentemente más caros, medidos en salarios, por ejemplo, que en otros países de la región o del mundo. Esto se debe, en algunos casos, a problemas de eficiencia productiva. En otros, a protecciones extraordinarias, para compensar sobrecostos locales, alguna distorsión impositiva o de otro tipo, o la menor escala productiva En otros, a la existencia de “vivillos” que con alguna excusa, siempre loable, se han conseguido algún coto de caza.

El gobierno, que debería incentivar la competencia y revisar, en todo momento, las condiciones de cada mercado, para evitar abusos contra los consumidores, enceguecido por su lucha contra ciertos grupos económicos. O buscando su propio negocio. O por su falta de profesionalidad, en cambio ha distorsionado mercados, limitado la competencia, o favorecido la concentración o el surgimiento de cuasi monopolios legales. También, hay que reconocerlo, ha mantenido artificialmente bajos algunos precios clave, mediante subsidios y otros instrumentos, complicando la inversión en esos sectores y dando lugar a una distribución regional y personal del ingreso, muy regresiva. (Se favorece a los sectores más ricos de la población y a la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano). Pero todo esto, insisto, no es inflación, si no una diferencia permanente en el nivel de los precios internos y en los precios relativos.

Pero, además, la Argentina de los últimos años ha tenido una inflación mucho más alta que la de la de los países vecinos, enfrentados todos al mismo mundo y al mismo entorno. Eso no se explica por falta de oferta o por la existencia de monopolios, (En todo caso, esos monopolios ya existían en el 2005 o 2006, cuando la inflación era menos de la mitad que la actual). Eso se explica, porque la política cambiaria monetaria en la Argentina, amplificó los buenos precios internacionales, sosteniendo un tipo de cambio nominal alto, mientras que el resto de los países de la región dejaron que sus monedas se apreciaran, moderando la fuerza de la mejora global.

Pero lo descripto,  justifica la inflación, incluso el salto de la misma entre el 2007 y el 2008, pero no explica la “aceleración de la inflación” que hemos vivido en estos meses, en especial, en el primer trimestre del año. Esta aceleración se explica porque a la política cambiaria monetaria ya mencionada, se le agregó la recuperación del ciclo internacional, y se le sumó, ahora con toda la furia, un incremento del gasto público muy concentrado en los últimos meses (Subsidio universal por hijo. Pagos por única vez a jubilados. Plan Argentina Trabaja, más los gastos habituales, etc.), financiados, no con impuestos, si no con fondos varios, incluyendo, en gran medida, el Banco Central.

Con lo que se da la paradoja que los nuevos planes sociales para los pobres se financian, básicamente, con inflación, es decir, con un impuesto a los pobres.

 En síntesis, la Argentina tiene, en algunos sectores, un problema permanente de precios altos –que se combate creando más competencia, regulando mercados, eliminando distorsiones de todo tipo  y con mayor apertura de la economía, cuando corresponda-.

Tiene un problema de precios artificialmente bajos, en otros sectores, financiados con gasto público, subsidiando a quien no corresponde y desalentando la inversión y la oferta de largo plazo. Que habrá que solucionar antes que nos quedemos sin oferta o que los subsidios se hagan absolutamente infinanciables.

Tiene un problema de inflación alta, derivado de su política cambiaria y monetaria, frente a un mundo muy favorable.

Y, finalmente, tiene un problema de aceleración de la inflación, consecuencia del desborde de gasto financiado, en gran parte con el Banco Central.

La aceleración por lo tanto, se combate con cambios en la política monetaria, lo que requiere, a su vez, cambios en la política fiscal.

Frenar la aceleración es lo urgente, pero no es lo único en materia inflacionaria y de precios. Como se aprecia, enfrentamos problemas muy distintos, pero todos con una misma víctima.
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