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“Pero no van a poder con nosotros”

“Pero no van a poder con nosotros”


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Este primer trimestre del año se está yendo de una manera que los venezolanos no nos esperábamos. Todo el mundo sabía que este iba a ser un año difícil, dado la situación política que nos viene acechando desde hace una larga década, pero nadie suponía, ni siquiera por casualidad, que no sería el entorno electoral el que nos agobiaría con su patética falta de discurso, tanto desde el gobierno como desde la oposición, en este 2010. 

A menos que fuésemos adivinos, y ya Chávez se encargó en 1998, de demostrarnos que no lo somos, nunca nos hubiéramos podido imaginar que una espesa capa de algo que llaman calina seria la que nos estaría asfixiando, literalmente hablando, a todos los caraqueños que de por si, ya veníamos sufriendo los rigores y calamidades del racionamiento de electricidad y de agua a que el gobierno nos había venido acostumbrando, a todos los venezolanos, con apagones frecuentes y constantes desde hace ya un tiempo. Los incendios forestales en El Ávila, así como de basura acumulada en rellenos sanitarios, son aparentemente los causantes de esa nube de polvo y arena que da la impresión de que Caracas luzca como si la estuviésemos viendo a través de un lente nublado u opaco, e igualmente del  incremento de la intensidad del color rojizo en el cielo que se observa durante el amanecer y el atardecer, y que contrasta con la falta de verdor del paisaje, recordándonos en  cierta forma, algún pasaje de Rulfo en el “Llano en Llamas”.

Un insoportable calor, que seria la envidia de cualquier maracucho, pero mas pegajoso, y lleno de humedad y de angustia, se junta a una pesada atmosfera de intranquilidad y de inseguridad que ya eran típicas en las calles de la capital, que ahora se muestran desoladas en horas no habituales del día. La noche luce ahora a oscuras, sin sus letreros y anuncios fluorescentes llenando el espacio y la intimidad, mientras que los vehículos la transitan apurando aun más su marcha, atravesando las sombras de algún solitario poste de luz todavía con vida. En cierta forma, la ciudad se ha recompuesto en su forzado ahorro de luz y de color, imponiendo nuevos hábitos y formas de vida a sus habitantes que ahora se recogen más temprano, sobretodo, los días de semana.

La gente esta molesta, no es para menos. La desidia y el mal humor están presentes en toda la ciudad, a donde quiera que se vaya; tanto en las colas de vehículos que la pueblan, como de personas que atiborran bancos y organismos públicos. Tampoco la empresa privada, donde ciertos protocolos y procedimiento quedaron a la deriva, se escapa a esta sensación de anomia social. La anarquía y el caos parecen haberse apoderado de la ciudad. Nada de pensar en olvidarnos de este clima de incertidumbre e incomodidad metiéndonos en un centro comercial, porque también allí la decepción, la sed  y el desespero nos van a alcanzar. Precisamente estando en uno, hace poco, tuve una muestra de este sentimiento de impotencia que a veces nos arropa. Una señora de mediana edad esperaba desde hacia un buen rato el ascensor, solo funcionaba uno, para subir al ultimo nivel donde estaba la feria de comida; ya lo había intentado previamente por las escaleras mecánicas pero ninguna estaba operando. Venía cansada y frustrada de la taquil
la de enfrente, donde quiso pagar su recibo de luz sin éxito pues no había sistema.  Al montarse finalmente en el elevador y exponernos a viva voz su queja, dijo algo así como: “quieren acabar con nosotros, eso es lo que quieren”, ¿Quién? pregunté ingenuamente; la señora se quedó mirándome como si pensase que yo le estaba tomando el pelo o algo parecido. Su respuesta mientras salía, fue tajante “usted sabe…. pero no van a poder con nosotros”.

 

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