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Rosa Díez, Chávez, Garzón y una semana loca

Rosa Díez, Chávez, Garzón y una semana loca

¿Qué tienen que ver Rosa Díez, Baltasar Garzón, Hugo Chávez y Esperanza Aguirre? Poco entre sí, pero protagonizan el relato entrelazado de lo que ha sido una semana loca, de extremismos, de intolerancia. Otra semana perdida, temo, para la  concordia nacional, por mucho que los líderes políticos anden buscando acuerdos en el ya célebre palacete de Zurbano para salvar la coyuntura económica. Reconozco, en primer lugar,  que, para mí, la imagen de la semana ha sido la de Rosa Díez, insultada y agredida por jóvenes extremistas en la Universidad de Barcelona, donde tantos desmanes se han cometido contra la libertad de expresión. Es una Universidad, como la de Oviedo que insultó a Aznar –menos mal que la señora Díez tuvo una mayor contención gestual--, que indica una cierta degradación de los usos democráticos y que nada tiene que ver con los planteamientos que para ella se hace ese buen ministro del ramo llamado Angel Gabilondo. Pero a lo que iba: la imagen de una intransigencia, una más en una semana poco afortunada.

Intransigente es también Hugo Chávez, puesto en la picota como ‘cooperante’ con ETA por un juez español, en un auto que, al menos para mí, no es del todo definitivo. Me da la impresión de que el presidente venezolano, cuyos usos tampoco es que puedan calificarse de nítidamente democráticos precisamente, ha ganado uno cero al Gobierno español, empeñado en dar una imagen –falsa a todas luces—de firmeza frente al bolivariano. Lo cual, seguimos con lo de las intransigencias, no justifica que el portavoz de Exteriores del Partido Popular, Gustavo de Arístegui, pida la dimisión o el cese del ministro Moratinos, empeñado en mantener el delicado equilibrio de las relaciones diplomáticas entre Madrid y Caracas. En todo caso, Chavez se ha llevado su buena ración de titulares de la semana, que es, quizá, lo que a él le interesa. Lo importante, sin embargo, es que varios países de América Latina siguen siendo un santuario para etarras ‘durmientes’. Y no hablo solamente, desde luego, de Venezuela.

Y, claro está, titulares múltiples para otra figura que provoca todo tipo de polémicas y discordias. Me refiero a Baltasar Garzón, el muy discutido juez instructor de la Audiencia Nacional, que ha denunciado una “campaña cruel, política y mediática” para depurarle y apartarle de su cargo. Personalmente, siempre me he encontrado con el ánimo dividido ante la figura de Garzón: pienso de él que no es un buen instructor, que tiene un ego en el que no cabe, que necesita el relumbrón mediático para vivir como otros necesitan oxígeno. Pero de ninguna manera es, a mi modo de ver, un prevaricador, ni me parece que sea la Falange quien deba acabar con este juez por otro lado valiente y que mete la cabeza –puede que demasiadas veces—en temas espinosos. Uno de ellos, el que más molesta a los herederos de Primo de Rivera, la investigación de los crímenes del franquismo, tema aún no resuelto en el corazón de la sociedad española. 

Que la Falange Española de las JONS se haga fuerte en este caso, aprovechando que Garzón está mortalmente atrapado en otros asuntos –el de las controvertidas escuchas carcelarias a implicados en el ‘caso Gürtel, o sus conferencias en Estados Unidos--, me parece una cuestión altamente nociva para la moral nacional. No seré yo quien defienda a capa y espada al ‘juez estrella’, cuyas instrucciones siempre dan demasiado que hablar. Pero tampoco conviene callar ante la proliferación de ‘acusaciones particulares’ injustificadas, siempre aprovechadas, por cierto, por grupos o grupúsculos demasiado ‘ultras’. 

El clima, ya vemos, está para pocas bromas. Ni siquiera sonreímos ya ante la charlotada que se organizó en el Parlament catalán a cuenta de las corridas de toros (¿no tendrán cosa mejor que hacer y debatir?). Y no han faltado quienes hayan criticado más el arranque de la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre –pronto secundada por los presidentes valenciano y murciano--, declarando la fiesta nacional bien de interés cultural, que a quienes, desde el autoritarismo parlamentario mal entendido, han tratado de eliminar las corridas en Cataluña. ¿No es esa, acaso, otra muestra de intransigencia? Pues eso: que los tres ejemplos que pongo, y que han acaparado los titulares de la actualidad esta semana, muestran que la tolerancia, el más precioso de los bienes democráticos, sigue brillando por su ausencia en esta España nuestra. País…

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