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¿Estamos locos o qué?

La columna de Gema Lendoiro: 'Se nos rompió el amor…¿de no usarlo?'

La columna de Gema Lendoiro: "Se nos rompió el amor…¿de no usarlo?"

Desmayarse, atreverse, estar áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso. Hallar fuera del bien centro y reposo. Mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso; huir el rostro al claro desengaño, beber el veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el daño; creer que el cielo en un infierno cabe, dar el alma y la vida a un desengaño; esto es amor, quien lo probó, lo sabe.

Bello, ¿verdad? Y certero. Así describió el amor uno de nuestro mejores escritores, Lope de Vega, en el siglo XVI. Y eso que era sacerdote (se supone que no se enamoran, pero sólo se supone). En cualquier caso describió, como sólo un grande podía hacer, lo que nos pasa por la cabeza, por el alma, por el corazón, cuando nos enamoramos. Pero yo añadiría algo. Esto también se puede aplicar al desamor. Léanlo de nuevo y continuamos.

Desamor. Qué palabra tan desoladora. Pero tranquilos, no les voy a hablar de mi última ruptura sentimental. Carece del más mínimo interés mediático y del más mínimo interés por sí misma. Pero sí del desamor en general, algo que todos hemos padecido alguna vez. Y el que diga lo contrario o bien es menor de siete años o es un desalmado. ¿Quién no ha sentido cómo el mundo se derrumba cuando se acaba lo que tan vivo nos hacía sentirnos? ¿Quién no se ha dejado llevar por la memoria traicionera recordando momentos felices con la persona amada y cuando ha vuelto a la realidad se ha encontrado con que tiene dificultades para tragar saliva? Porque, hemos de reconocerlo, superar una ruptura es algo trágico. Al menos para la persona que lo padece y en el instante que lo sufre. Con el tiempo la perspectiva cambia y las cosas se ven de otra manera…pero ¿y mientras tanto? ¿Qué o quién nos consuela? Pues no hay consuelo, lo que hay es duelo, y en ese duelo se llora, se siente uno vulnerable, ínfimo, pequeño, insignificante, vacío, doliente, inseguro, vulnerable, absurdo, pequeño… y triste, muy triste. La buena noticia es que (lo repito siempre en esta columna, me perdonan) todo pasa, nada permanece (Heráclito dixit)

Y cuando esto tan terrible pasa (y es terrible porque nada nos parece peor en el mundo, ni un terremoto bajo nuestros pies), sucede que llega la euforia, la alegría, el interés de nuevo por las cosas mundanas y las ganas otra vez de comerse el mundo. Y ahí en ese momento es cuando te das cuenta de que te habías enamorado de un/una imbécil (no tiene porque ser verdad pero es un consuelo como otro cualquiera). Son los peajes que se pagan, los tributos que se hacen al caer en el oleaje del tsunami que supone enamorarse. 

En la vida cada uno se protege como puede o como quiere y después de pasar esta marea de sentimientos hay quién decide hacerse de hierro y encarga corazas medievales para que nada ni nadie traspase más su corazón. Una amiga muy cercana que tengo un día me confesó que tras un gran desamor se planteó para sí misma y su salud sentimental que quien no ama no sufre y en esas sigue. No se enamora, pero tampoco lo pasa mal. Es una opción. No la comparto, pero la respeto. De hecho, a veces, hasta le tengo envidia.

No tengo ni idea de cómo se superan esos males. No soy psicóloga, ni terapeuta ni experta en estas lides pero como casi todo hijo de vecino, alguna que otra vez me ha tocado pasarlo así. Y seguro que me volverá a tocar (soy así de repetitiva, ¡qué le vamos a hacer!) Pero no pasa nada. Y si pasa, seguro que tiene remedio.

Y si se preguntan por qué me ha dado hoy por escribir esto les cuento que es porque desde ayer pienso en Jaime de Marichalar (ya ni duque es) y en su más que seguro desamor durante estos dos años (encima él tiene el agravante de que su historia se airea por todas partes) Y de paso pienso en todas aquellas personas que leyéndome hoy puedan sentirse identificadas (que sé de buena tinta que son unas cuantas)

Pero no nos pongamos trágicos y concibamos el amor en nuestras vidas como algo más que una pareja a la que darle lo que muchas veces no se merece. Empecemos (y apliquemos) el amor hacia otras cosas, personas o actividades que probablemente saquen mejores cosas de nosotros que una cara bobalicona ante la vista del ser amado. ¿O no? No sé, ahora ya no lo tengo nada claro.

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