Diálogo por la Cañada

Estos días arrancan las reuniones de la mesa por el diálogo en torno al problema de la Cañada Real. Esta mesa pretende ser un foro de encuentro en el que los responsables políticos de todas las administraciones implicadas en este problema -la Comunidad de Madrid, la Delegación del Gobierno y los ayuntamientos afectados- se pongan de acuerdo en las fórmulas para acabar con un poblado ilegal asentado, saltándose todas las normas posibles, desde hace décadas, y que ha crecido hasta tener una población superior a la de Soria o Teruel. Así, casita a casita.

La Cañada Real no es un problema: son muchos tejidos entre si con el hilo de la necesidad, la falta de atención y la indiferencia. Mientras no ha resultado demasiado evidente, se ha preferido mirar hacia otro lado. Cuando ha adquirido dimensiones descomunales, se han agravado los conflictos internos y ha comenzado a ser escenario de reportajes periodísticos en prensa, radio y televisión, no ha habido más remedio que volver la mirada hacia allá.

La mesa de diálogo tiene mucho trabajo por delante: no es el mayor encontrar salida a los miles de viviendas -algunas "infra", otras "super"-, a los negocios ilegales -hostales, pensiones, bares...- abiertos en la zona, o a la actividad al margen de la ley que se desarrolla en algunas de sus áreas. No; seguramente el quid de la cuestión será conseguir que políticos de distintos partidos dejen a un lado sus batallas externas y se apliquen al unísono a la hora de arrimar el hombro. Y hacerlo antes de que el problema -o la parte más preocupante para la seguridad: la venta de droga-  acabe trasladándose por sí sola a otro punto donde sus "promotores" puedan desarrollar su actividad de forma más "tranquila": ya se habla de alguna zona de Getafe que está recibiendo a los primeros "mudados".