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En el Casal de Catalunya

Más de cuatrocientos catalanes festejaron el triunfo

Más de cuatrocientos catalanes festejaron el triunfo

El “campeones, campeones” se escuchó fuerte en Buenos Aires.

No jugaba Argentina. No jugaba ningún equipo argentino. Por eso los que pasaban por la puerta del Casal de Catalunya se sorprendían al ver camiones de exteriores de los principales canales de televisión, gente que entraba con camisetas de y bufandas de fútbol y un movimiento extraño para un miércoles a las tres y media de la tarde.  

 Hasta que vieron la palabra mágica: Messi, y ahí sí, comprendieron que el mejor jugador del mundo estaba listo para alegrar a toda Catalunya y a los cuatrocientos simpatizantes del Barcelona que coparon las instalaciones del Margarita Xirgu.  

 En una excelente idea, y, previendo que el lugar que ocupa la peña del Barcelona en el primer piso, iba a quedar chico, las autoridades del Casal, optaron por poner una pantalla gigante, que fue disfrutada por más de cuatrocientos barcelonistas. Dentro de las particularidades de una tarde perfecta, a muchos les llamó la atención ver como las dos primeras filas estaban ocupadas por chicos de aproximadamente doce años, y se alegraron aún más, al enterarse que integran la “Masía” del Barcelona en Argentina, y que su sueño es el día de mañana poder vestir la gloriosa camiseta del  Barça.   Salvo en los primeros minutos del partido, donde Ronaldo amagó con hacerse dueño del juego, la tranquilidad que rodeó a los hinchas, era la misma que transmitían los jugadores desde Roma. El gol de Etó provocó la primera explosión en el recinto, y como si hubiera terminado de cantar Serrat, la ovación se prolongó por un buen rato.   En el entretiempo ya los periodistas vieron que le iba a resultar muy difícil al Manchester remontar el resultado, por lo que las primeras notas con la gente vislumbraban un futuro lleno de felicidad.

 Este buen ánimo ni siquiera fue opacado por el ingreso de Carlitos Tévez, quien con su garra habitual intentó “contagiar” a sus compañeros, pero esto duro muy poco, ya que los magníficos Xavi e Iniesta comenzaron a hacerse dueños de la pelota, y los olés que se escuchaban por la pantalla de ESPN eran tapados por el júbilo de los aficionados.  

Si algo faltaba para que la fiesta fuera completa era coronar un triunfo con un gol de Messi; y como si esta “obra” que se estaba viendo en el teatro, hubiese sido escrita por el mejor compositor catalán, Leo apareció con un soberbio cabezazo para definir un juego que va a ser muy difícil de olvidar.   El “Campeones, campeones”, característico era lo único que se escuchaba en el lugar, entre lágrimas de felicidad y frases los abrazos entre los catalanes se unían con los que se deban los afortunados hinchas que viajaron a Roma.  

Obviamente que entre los festejos se acordaron del Real Madrid, aunque con más respeto del que uno pudiera esperar para un momento tan especial.   La promesa de seguir festejando hasta altas horas de la noche quedó en pie, con la ilusión que dentro de un año el acontecimiento se pueda llegar a repetir…  

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