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La terrible tentación

Una de las seducciones más intensas que sufren las personas que estrenan un alto cargo es el llamado "síndrome de nuevo testamento". El fenómeno se produce entre consejeros delegados de grandes empresas nacionales, directores generales de consorcios multinacionales y, naturalmente, ministros de un gobierno.

   Consiste el síndrome en observar con desconfianza todos los proyectos puestos en marcha hasta su llegada, sospechar que ninguno de ellos es digno de continuar, y comenzar con entusiasmo unas reformas que principian por cambiar al mayor número de personas del anterior equipo, sin estudiar si son válidas o no, porque si formaban parte del anterior equipo es que pertenecen al antiguo testamento.

   El "síndrome del nuevo testamento" es caro. En el caso de las grandes empresas lo pagan sus accionistas y los clientes que compren sus productos, y, en el caso de los ministros, los costos los paga el mismo que paga el sueldo al sueldo a los ministros: el contribuyente.

   Dado que el periodo de permanencia de un ministro no suele ser muy largo, la cantidad de proyectos emprendidos y dejados a medias, sin rematar o nonatos, resulta bastante considerable.

   Naturalmente un ministro tiene derecho a rodearse de personas de su máxima confianza, porque es a él a quien se le van a pedir responsabilidades, pero cuesta creer que el ministro anterior sólo se hubiera rodeado de personas estúpidas, incapaces e ineficaces. Incluso por meras razones estadísticas sería imposible, pero la terrible tentación del síndrome del nuevo testamento, la incitación a considerar todo lo anterior como inservible y caduco es tan intensa que resulta inevitable. Amén, claro, de los compromisos políticos y amistosos, los intercambios de favores, el pago de apoyos y el respeto a los padrinos. Aunque, luego, en ocasiones, se tarden cuatro años en volver al punto de partida. [email protected]


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