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La semana política que empieza - Dos que no aprueban

La semana política que empieza - Dos que no aprueban

Algunos medios publican estos días sondeos que, hasta donde se me alcanza, coinciden bastante con las encuestas que manejan los partidos y alguna institución: es cierto que, en la pugna por obtener unas decenas de miles de votos sobre el contrincante, el PP va ganando milímetros al PSOE. Y es cierto que la popularidad de los líderes de los dos principales partidos nacionales se mantiene por debajo del aprobado, aunque la de Mariano Rajoy haya crecido algo en las últimas semanas: se diría que la ‘operación Gürtel’ le ha favorecido más que perjudicado, al quedar claro que el líder del PP es personalmente honrado y que está por encima del hedor de la corrupción que afecta a algunos destacados militantes de su partido. En cuanto a Zapatero, es obvio que deberá admitir que la crisis económica y el desbarajuste ministerial le están pasando factura, y que los abrazos dialécticos con Obama no bastan para que el presidente del talante recupere aquellas posiciones de aprobado alto de las que gozaba hace aún no muchos meses.

Que Rajoy ascienda algo en el ‘ranking’, casi hasta igualarse en impopularidad a Zapatero, no debería, a mi entender, satisfacer al jefe de la oposición. Tiene algunas bombas de relojería colocadas bajo el casco y ha de desactivarlas como sea: puede que ni algunos alcaldes corruptos, ni algún consejero de la Comunidad de Madrid pillado ‘in fraganti’, ni el escándalo del espionaje madrileño le hayan pasado (aún) factura. Lo del tesorero del PP y senador por Cantabria Luis Bárcenas es diferente: está abriendo una brecha interna en el partido, dividido entre quienes dicen que hay que apoyar a Bárcenas hasta que la evidencia contra él sea (si lo fuere) estruendosa, y los que predican que, aun en el caso de que su inocencia parezca demostrable, hay que hacerle dimitir para que no salpique la controversia generada por la instrucción de Garzón a todo el conjunto del partido. Porque hablamos del tesorero, nada menos, y de ahí a pasar a hablar de la financiación del PP hay solamente un paso, que hoy por hoy nadie se atreve a dar precisamente por el talante honesto de los que hoy dirigen el partido, los Rajoy, Cospedal, Sáenz de Santamaría, González Pons, Arenas, etc.

Que Zapatero descienda algo en el ‘ranking’, hasta equiparar casi su suspenso con el que tradicionalmente ha padecido Rajoy, tampoco es algo que pueda sorprender al personal. ZP acaba de consumir, con el periplo internacional y las ‘photo opportunities’ de esta semana, el último fuego de artificio; ahora vienen los problemas de casa. Y todo indica que, pese a lo que inicialmente pretendía, primero retrasar hasta 2010 una verdadera remodelación de su gobierno, después situándola en junio o julio del presente año, la crisis está ya prácticamente servida y puede producirse en no muchas semanas, o en no muchos días. Porque es ya un clamor repetido en columnas y comentarios, pero también en la calle y en el interior del mismísimo Partido Socialista, que el gobierno ya no marcha, que las relaciones internas en el gabinete son mejorables –por decir lo menos—y que no es solamente Pedro Solbes quien quiere tirar la toalla.

Hemos entrado ya en la era de las quinielas: que si Elena Salgado asciende, que si Rubalcaba también, que si Manuel Chaves podría venir a Madrid para hacerse cargo de la vicepresidencia económica, que si José Blanco pasa a Fomento…La verdad es que todo esto no pasa de engrosar el mundillo cotilla de los cenáculos y mentideros madrileños, donde lanzar un nombre al ruedo puede ser una operación para evitar su promoción y callar otros puede ser el modo de facilitar su ascenso. Pero lo que sí queda al final es el grito ciudadano que anima al presidente, que es el único que puede hacerlo, a que cambie el rumbo.

Ignoro si Zapatero, que es el Gran Enigma que los españoles tenemos planteado, vuelve del periplo externo con los deberes hechos o, al menos, con un borrador del itinerario a seguir a partir de ahora en la cabeza. Ya se sabe que privilegio presidencial es no contar nada, si no quiere hacerlo, ni al cuello de su camisa y ministrables hay que ya ni ocultan su ansiedad acerca de lo que les depara el futuro –tampoco es un plato de gusto llevar las riendas de un ministerio con la que está cayendo y con estas cifras del paro reproduciéndose cada mes--, así como no falta algún ministro que declara a sus amigos estar deseando que el ‘jefe’ resuelva de una vez el nudo gordiano y dé a luz un nuevo elenco ministerial.

Dudo que ese nuevo gobierno, que probablemente tenga una media de edad algo superior al actual, pero que estaría circunscrito básicamente al mundo del socialismo y alrededores, baste para aplacar a la fiera de la desconfianza y del descontento. Como dudo de que algún golpe audaz, para variar, de Rajoy en el ámbito interno de su partido sea suficiente para que las encuestas le den un aprobado.  Los dos suspendidos en las encuestas cabalgan juntos, aunque no lo saben, hacia un futuro en el que ellos no estarán presentes, hacia el abismo. Más les valdría –pero ¿es que no leen las tripas de los sondeos que tanto les apasionan?—poner sus caballos a galopar conjuntamente. Pero a veces pienso que los dos son incapaces de dominar sus monturas cuando se ponen demasiado briosas.

Visite el blog de Fernando Jáuregui (Cenáculos y Mentideros)
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