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El hotel con más estrellas de Madrid

Decenas de indigentes soportan estos días temperaturas bajo cero en parques y aceras de la capital, ajenos a los esfuerzos municipales por atraerlos a los recursos de la Campaña del Frío. Madridiario ha salido a la calle para conocer más a fondo esta realidad.

El hotel con más estrellas de Madrid solo dispone de habitaciones con baño compartido. Allí se duerme en sábanas de cartón, a menos que uno haya cargado con las suyas durante su viaje, y no hay llave que garantice la intimidad, así que más vale cubrirse bien y elegir una habitación discreta si se quiere pasar desapercibido para los demás 'huéspedes'. Cuanto más 'camuflada', mejor. Aunque los ronquidos delaten su ubicación.

Al menos 650 personas —las que encontró el Ayuntamiento de Madrid en el último recuento de 'sin hogar', en junio de 2008; en febrero fueron 651— duermen al raso cada noche en la capital. En cajeros, en el parque de la Bombilla, en las inmediaciones del albergue de San Isidro o en la ribera del Manzanares. Son los huéspedes del 'hotel más lujoso', el que cuenta con más estrellas, en palabras de Pedro Cluster, un ex indigente que, después de dos años en la calle, ya está de vuelta de casi todo lo que tiene que ver con el ahora llamado 'sinhogarismo', la red de atención a 'sin techo' y la Campaña del Frío.

Los usuarios de San Isidro, el mayor albergue de la capital, lleno hasta los topes en este mes de enero gélido, salen a tomar el aire antes de la cena. Son algunos de los 834 'sin techo' que esa semana, la del 12 al 18 de enero, han echado mano de los recursos municipales —que han atendido todas las peticiones, según el Consistorio— para no dormir en la calle. Muchos aprovechan para echar un trago de vino o buscarse un 'sobresueldo' en alguna cabina telefónica. Pepe (nombre ficticio) desliza un yogur en la bolsa de plástico de un 'colega' mientras con la otra acaricia a su novia, a quien conoció, cuenta, hace cuatro meses en el albergue. Ahora se quejan de que no exista ninguna habitación para parejas en toda la red de atención a 'sin hogar' y de no poder demostrarse su cariño dentro del centro. "Hay gente muy sola, nos sabe mal besarnos delante de ellos", explican.

Otros no tienen, o no quieren tener, una cama para esa noche. Prefieren la libertad de sus cajeros individuales, explica Cluster, a los horarios y las compañías forzosas, y no siempre agradables, de los albergues. O su 'adosado' de cartón bajo la pasarela del Parque de la Bombilla. Aquí, al fondo de esta zona verde, duermen unas siete u ocho personas. Algunas más, dispersas aquí y allá, se arrebujan en sacos de dormir sobre los bancos. No se inmutan cuando pasan los trenes por la vía que separa la Bombilla del Parque del Oeste, ni con el ruido de los pasos, únicos sonidos que rompen la paz de este paraje un miércoles cualquiera a medianoche. Hace demasiado frío como para asomarse: cuestión de supervivencia.

Rincones inaccesibles

Cluster, que no cree en estadísticas oficiales, sostiene que "por cada uno que ves en la calle, hay otro que no encuentras". Y más, añade, en estos días de enero, en los que se las ingenian para buscarse los rincones más recónditos e inaccesibles para pasar la noche. Lo mismo sirve el hueco entre el balcón de un piso bajo y el suelo de unos jardines, frente al Manzanares, que la plaza de Isabel II. Aquí, en Ópera, hay 'viviendas' de cartón de día y de noche; las obras solo han conseguido empujar a los indigentes habituales contra los muros del Teatro Real.

Ya de madrugada quedan pocos despiertos, a pesar del soniquete del transistor de un amigo y paisano de Cluster, que fuma en su 'chiringuito' mientras se aparta para dejar que un joven saque la basura. Se saludan con efusión; intercambian algunas frases rápidas; después, a dormir, que se hace tarde. A pocos metros, los setos de los jardines de la plaza de Oriente ya hace rato que roncan.

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