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Sueños con banda sonora

Uno de cada cinco madrileños tiene cada noche sueños con banda sonora. El Ayuntamiento de la capital ha presentado el Mapa Estratégico del Ruido y Áreas Acústicas de Madrid. 25 técnicos del Área de Medio Ambiente del Consistorio han estado dos años cartografiando los decibelios que soporta cada barrio de la ciudad. Descartando la actividad del aeropuerto de Barajas y las infraestructuras ferroviarias, el tráfico rodado es el principal factor que produce niveles sónicos por encima de lo saludable. La legislación española establece que los niveles máximos de exposición acústica a los que deben enfrentarse los ciudadanos son de 65 decibelios durante el día y 55 durante la noche. Según los datos aportados por el Consistorio, 665.400 personas soportan diariamente más decibelios de los adecuados por la noche y 182.200 sufren este mismo problema durante el día.

El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, explica que los niveles de ruido son similares a los de otras capitales europeas y menores al de ciudades españolas importantes como Barcelona, Valencia o Bilbao. La implantación de este Mapa de Ruido pretende actuar en las zonas críticas donde se superen los niveles legales mediante la implantación de zonas de protección acústica. Según informa la compañera redactora de Madridiario Carmen Gutiérrez, la medida no podrá ponerse en funcionamiento hasta dentro de seis meses, tiempo necesario para que se articule un plan integral de lucha contra el ruido que incluirá la implantación de pavimentos porosos, pantallas acústicas, reducción de límites de velocidad a los automóviles o aislamiento especial de fachadas. La delegada de Medio Ambiente, Ana Botella, ha avanzado que, además, se ha empezado a realizar otro mapa del ruido del ocio nocturno para establecer los puntos críticos de la ciudad en este sentido.

Hay que aplaudir el trabajo de Botella y sus técnicos. Han puesto las bases de una normativa que pretende ser más dura con el ruido. Este factor natural, constante en nuestra vida diaria, puede provocar, si se sufre en niveles elevados y periodos continuados, problemas de salud como la pérdida progresiva de la audición, insomnio, aumento de la presión arterial, estrés, angustia, dolores de cabeza y hasta problemas cardiovasculares. Pero la medida municipal tiene truco. El estudio no incluye las zonas de trabajo ya que, según la normativa europea, no se calcula el nivel de exposición de las personas a este factor dañino para la salud mientras trabajan. Un ejemplo. A pesar de que el paseo de la Castellana es una de las zonas más azotadas por el ruido según el documento del Consistorio, la alta cantidad de edificios de oficinas que hay en esta arteria madrileña reduce los números de la exposición al ruido en el lugar hasta niveles ridículos.

Si es por los centros de trabajo, a la hora de ponerse manos a la obra, no estaría mal visto que el Gobierno municipal fuese más restrictivo que la propia Unión Europea. Miles de trabajadores que se pasan un tercio o más de las horas de cada jornada en el 'tajo' estarían de acuerdo. Eso contando sólo a los oficinistas. Ni que decir tiene de los que se pasan el día en la calle ganándose el pan. Sin embargo, acotar el tráfico en esta y otras zonas de negocios clave de Madrid hasta el punto de acabar con el ruido quizás es un peaje demasiado caro para la ciudad del futuro que pretende legar Alberto Ruiz-Gallardón a los ciudadanos.

Intriga saber qué está esperando el Ministerio de Fomento para hacer los deberes en sus negociados como el Consistorio. Las infraestructuras aeroportuarias y ferroviarias son, junto al tráfico rodado, las que más ruido generan en la ciudad. Juntando las cuentas de estos dos servicios con las del Consistorio, la cantidad de personas afectadas es mucho mayor de la indicada por el Gobierno municipal. Interviene en esta realidad, principalmente, el aeropuerto de Barajas. Aena realiza mapas de ruido cada cierto tiempo en los que trata de justificar que los niveles sónicos que alcanza el trasiego del aeródromo son aceptables. El Ejecutivo que dirige Magdalena Álvarez bien sabe que no es así. Los datos que recogen más de veinte de municipios de la región, algunos dirigidos por socialistas, desdicen sus cuentas. Sin embargo, parece que para este administrador el insomnio de muchos es el precio a pagar para mantener en marcha (últimamente con no mucha fortuna) uno de los nudos de tráfico aéreo más importantes del mundo.

El ruido es problema de todos: un deber cívico y una responsabilidad política. Las tres administraciones deben ponerse de acuerdo en implantar planes coordinados que consigan que ese 20 por ciento de madrileños que sufren los efectos de este enemigo tan poco silencioso puedan tener sueños sin banda sonora. Por desgracia, soñar es gratis y buscar soluciones reales cuesta tiempo, dinero y voluntad política. Por eso a los de siempre les compensa más que soñemos despiertos.

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