Ismael Álvarez de Toledo | Lunes 02 de febrero de 2015
Siempre he mantenido que la gran ventaja de España es que vamos
por detrás del resto de países de Europa, como si del cambio de horario se
tratase, y eso nos confiere sabiduría, de una parte, y de otra, el espacio
suficiente para poder reorganizar nuestra desorganizada coyuntura política. Con
lo que se supone, que deberíamos tener cierta experiencia de los errores que
comenten otros y no caer en lo mismo, y observar lo bueno para aprender de
ellos.
Hace una semana que el fenómeno Podemos o Syriza, que es lo mismo
a fin de cuentas, aterrizo en Grecia, y en estos siete días ni se ha parado el
mundo, ni ha caído la bomba atómica, ni ha sucedido nada tan reseñable o
gravísimo, más allá de que los "coletas" griegos no llevan corbata -los de aquí
tampoco- y de que no han encontrado paridad a la hora de conformar el equipo
mixto de gobierno. Pero lejos de esas minucias, que sólo afectan a quien se
sienta muy feminista o quiera cazar moscas a lazo, lo único que ha puesto en
evidencia al nuevo gobierno griego es el plante y desplante, con todas las de
la Ley, a la troika y a sus funcionarios europeos.
Los griegos, como los españoles, o cualquier otro país que se
sienta agraviado por los socios ricos de la Unión Europea, se han cansado ya
del si bwana, de pagar los platos rotos del sistema que sólo beneficia a
unos pocos, y sobretodo de unas políticas económicas que miran más por las
empresas que por las personas. La campaña de recortes en prestaciones sociales
y en dignidad humana, que han protagonizado los gobiernos de Grecia y España,
ha hecho resurgir el espíritu ciudadano del trabajo, justicia y pan, algo tan
elemental y tan básico, que ya lo dábamos por olvidado, y por ello, nos
encontramos hoy ante el dilema de una revolución social sin precedentes en toda
Europa, ya sea de izquierdas o de derechas.
El problema de los gobernantes españoles es que no ven venir el
golpe. Se lleva anunciando tanto tiempo, se están dando tantos datos, y se
realizan tantas encuestas, que ni aún así son capaces de ver por donde les va a
entrar el gol. Parecen incapaces de solventar la situación crítica que viven
millones de ciudadanos de este país y el único remedio que alcanzan a exponer,
es que si gana Podemos estaremos mucho peor. ¿Peor que quien? ¿Peor que cuando?
Mariano Rajoy, a quien no le quito mérito como trabajador, ha
cometido el error de sacarnos de la
crisis a palos, por las bravas. Se ofreció a recomponer la economía española, y
lo ha hecho, se ofreció a sacarnos de una crisis galopante, y también lo ha
hecho -o en ello está- pero con un poquito de por favor, digo yo. Debió
tomárselo tan en serio, al ver las cuentas que nos dejó el insigne ZP, que el
remedio ha sido mucho peor que la enfermedad. Ha cortado tan de raíz las
prestaciones sociales, que ya ni se recetan jarabes para la gripe, y los pocos
avances que tuvo España con el gobierno de José María Aznar, se los ha cargado
Rajoy en un abrir y cerrar de ojos, como si tratase de superar ese complejo de
flojo, que siempre le han atribuido.
Rajoy ha legitimado su balance político con Merkel y compañía, ha
hecho los deberes para la Unión Europea, y nos ha dejado al resto, a sus
ciudadanos, a sus votantes, incluso a sus afiliados, totalmente desamparados.
Probablemente mañana nos vendan la idea de que el avance de Podemos, como
Syriza en Grecia, tiene que ver con otro tipo de planteamientos, pero aquí el
único planteamiento firme que conocemos, además del paro, es el de la cantidad
de millones que impunemente se han llevado banqueros y políticos, mientras
miles de españoles se han quedado sin casas, sin trabajo, sin pan, y sin vida.
Pero probablemente eso no cuenta en las estadísticas de Rajoy, y cuando lleguen
las elecciones querrá un premio a su encomiable labor, que económicamente claro
que es encomiable, pero sin humanidad.
El gobierno del Partido Popular ha tenido tiempo de ver donde
estaban los fallos, ha tenido tiempo de pulsar el descontento de la calle, de
aceptar los reproches y críticas de sus correligionarios, pero en lugar de
ello, se han encerrado en su espartana idea de fidelidad absoluta ante los
planteamientos de la troika y ha descuidado su más preciado bien; los
españoles.
La gran ventaja -como decía- es que muchos altos cargos del PP
reconocen el error y sus consecuencias, otros muchos saben que sólo les hacen
buenos sus alcaldes y concejales, y los más, saben que el problema de fondo
sigue estando dentro del comité ejecutivo nacional, pero callan a sabiendas,
mientras los acontecimientos nos demuestran si seremos más Grecia que Europa o
viceversa.
Ismael Álvarez de Toledo
periodista y escritor
http://www.ismaelalvarezdetoledo.com
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