Luis del Val | Lunes 06 de octubre de 2014
Dejó las clases hace tiempo, y ahora se dedica, por puro pasatiempo, a traducir del griego las tragedias de Eurípides. Siempre fue un provocador hiperbólico, y este fin de semana comprobé que no había cambiado:
-Creo que sobre la independencia de Cataluña deberíamos votar todos ¿no? -me preguntó pidiendo mi aquiescencia.
-Claro, claro -atendí al ruego-.
-Yo es que quiero votar -prosiguió- y voy a votar a favor de su independencia. Puede que no sea sensata mi decisión, pero esto es insoportable. Pensé que lo más cansado del mundo era un vendedor turco o griego-turco, tengo experiencia, pero no puedo escuchar la radio, ni leer los periódicos, ni ver la televisión, sin tropezarme con lo mismo. Y eso, querido amigo, pese a que me va a suponer un trastorno personal tremendo.
-¿Por qué?- inquirí con curiosidad.
-Pues porque voy a tener que renunciar a cosas que me gustan mucho, como el fuet de Casa Tarradellas, los embutidos y fiambres de Argal, la margarina Flora, la mayonesa Ligeresa, la miel de la Granja San Francisco, los sopicaldos de Knorr y Gallina Blanca, los pollos de Guissona, la nocilla, el panrico, los donuts, la cerveza Voll Damm, claro que seguiré bebiendo Freixenet y leyendo las novelas de Planeta, porque son los únicos empresarios catalanes que han dicho esta independencia es una locura. Bueno, y mi mujer está enfadada porque era clienta de Mango, Desigual, Torras, Punt Roma, Promise, Pepe Jeans.
-Pero todos esos productos seguirían estando en las tiendas.
-Sí, pero el amor y el desamor suelen tener su eco, lo dice Eurípides en...
-Me parece una locura -critiqué.
-El loco no soy yo: el loco es ese tipo de las gafas que aparece en todas partes.
Es muy difícil discutir con un hiperbólico.
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