Pascual Hernández del Moral. | Martes 05 de agosto de 2014
Desde mediados de los cuarenta, con la
descolonización de África, las potencias occidentales sembraron una semilla de
discordia que lleva años provocando enfrentamientos y guerras locales, que no
llevan camino de terminar. Ahí están las "primaveras árabes", que perseguían
acabar con los dictadores del Magreb, del antiguo imperio otomano y del próximo
oriente, y sustituirlos por regímenes más o menos democráticos, homologables en
sus estructuras y funcionamiento con los países occidentales, que parecen más
respetuosos con los "derechos humanos". Y ya ven en qué ha quedado la cosa: el
integrismo islámico está acabando de imponerse.
Otra consecuencia de la descolonización es el
eterno enfrentamiento entre israelíes y palestinos. Ya no sabemos cuántas guerras
se han producido desde el 45 hasta hoy, con un saldo de miles de muertos, sobre
todo del lado palestino. Como en todos los enfrentamientos, hay que distinguir
entre la fuerza de la razón y la razón de la fuerza, y en esta última premisa,
Israel lleva las de ganar.
Es reprochable la saña indiscriminada que el
ejército de Israel emplea contra la población civil de Palestina. Las imágenes
con las que habitualmente ilustran los bombardeos justifican el apoyo social
del mundo occidental a los más débiles. Así, las manifestaciones antijudías
están justificadas: los progres, y entre ellos nuestros artistas, siempre con
los más débiles, que en este caso es la población de Gaza, que se siente como
en un gueto, cercada por tierra, mar y aire. La progresía acusa a Israel de
"genocidio" (la Pé dixit), pero la población de la franja ha aumentado de
cuatrocientos a más de un millón ochocientos mil habitantes.
Ante cada brote de violencia, uno se pregunta
quién es el que empezó. Sí, la "culpa" de todo parece que la tengan Inglaterra
y Francia, que, sin pensar que ya en Palestina vivía un pueblo, les reconoció,
por derechos "históricos" bíblicos, el territorio que va desde el Golán a la
península del Sinaí, Gaza incluido. El movimiento sionista del XIX coadyuvó a
despertar entre los judíos dispersos por el mundo, el deseo de volver a Israel,
la tierra que Dios les dio. El acuerdo Sykes y Picot y la declaración de
Balfour, en 1917 "resolvió" el problema con la bendición de la Sociedad de
Naciones.
De inmediato comenzaron los enfrentamientos,
que pasaron por unos momentos de relajo con Arafat y los acuerdos de Oslo.
Parecía que poco a poco los dos estados, Israel y Palestina, podían vivir uno
al lado de otro. Al-Fatah parecía admitir al estado judío, y este cedió el
Golán y Gaza para lograr una convivencia razonable. Pero Arafat murió
envenenado, y Hamas se hizo señora de Gaza. Y las aguas volvieron donde solían.
Ahora, tras un par de semanas en las que nos
han mostrado por televisión a todos los niños muertos, tras bombardear casas y
escuelas en busca de los dichosos túneles, tras muchos cientos de víctimas (otra
vez), hemos visto a algunos países árabes, que esta vez han brillado por su
ausencia, pedir una tregua tras otra. Y a la progresía europea, con la
kufiyya al cuello, lo mismo, demonizando
a Israel. Parece que la tregua ha llegado. Puede que las setenta y dos horas se
prolonguen, y que se acabe el enfrentamiento de este año.
Pero nadie espere que se acaba aquí el
problema. No son buenos tiempos para la lírica. Se acuerde lo que se acuerde,
más bien antes que después se volverán a enzarzar en una nueva pelea desigual.
Cuando se creó el estado de Israel, el primer objetivo que el nuevo estado se
marcó fue salvaguardar su integridad, así que, en cuanto Hamas vuelva a tirar
algún cohete, estará de nuevo justificado el ataque de Israel.
Diga lo que diga la progresía, es verdad que
empezaron ellos. La respuesta es desproporcionada, bestia, pero esta escaramuza
es consecuencia del secuestro y la muerte de los tres muchachos judíos, y del
posterior lanzamiento de cohetes sobre Israel, muchos de los cuales fueron
destruidos por el escudo antimisiles. Sé que decir esto no es políticamente
correcto, pero no me importa. Hamas no tiene ejército regular, ni bases para
sus misiles, y los se almacena entre el personal civil o en los famosos túneles.
¿A quién ha de atacar Israel? ¿O debe soportar sin responder las sistemáticas arremetidas
de Hamas? Quizás de lo que debe darse cuenta la población civil palestina, la
auténtica víctima de estos conflictos, es que sus "libertadores" son sus
verdugos.
Pues el de ahora parece que se ha acabado.
¿Cuánto tardará en comenzar el siguiente? Porque de la ONU no se puede esperar
nada de nada.
Pascual Hernández del Moral
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