En la mitología
romana Minerva era la diosa de la sabiduría, las artes y protectora de Roma.
Probablemente el nombre de Minerva venga asociado a los muchos dolores de
cabeza que, en nuestras costumbres masculinas produce la convivencia con las
mujeres, no obstante Minerva surgió de la cabeza de Júpiter, quien tras haber
devorado a Metis -la prudencia- sintió un gran dolor de cabeza, por lo que
recurrió a Vulcano, quien se la abrió de un hachazo y de ella surgió Minerva.
Minerva
representa, desde antiguo; a la mujer, a la luchadora, a la sabia, a la regenta
del hogar, pero sobretodo a la belleza bravía que se agita en la mujer andaluza.
La mujer, como Minerva, es una revelación maravillosa, una embriaguez
existencial, una toma de conciencia del hombre con la vida, ya que sin la mujer
y su capacidad natural de hembra para procrear, nada existiría.
La belleza de la
mujer en Andalucía no la constituye lo que vemos, sino algo más profundo, el
hecho de tener los ojos abiertos y los sentidos despiertos para vivir y para
ver en un mundo fabricado por los hombres para su gloria y autoestima. La
fuente de la belleza de la mujer, a quien encarna Minerva, no es tanto el mundo
en el que vivimos, como lo que ella representa en él. Así se explica que la
belleza se realice no solamente en la persona, en la mujer, por ejemplo, sino
también en todo lo que ella encarna y crea, y que desde tiempos remotos, es
objeto de un culto apasionado y constante por parte de los poetas; los hombres,
sus mayores, secretos y fervientes admiradores.
Todo cuanto se
baraja en la rueda del destino del hombre tiene como protagonista a la mujer.
Para el hombre andaluz, en su infinita ignorancia, el primer valor de la mujer
es la belleza, el segundo, la bondad, y luego, la fidelidad. La belleza es una
verdad por sí misma. Y para el corazón generoso, la bondad y la fidelidad son
también una verdad. Y así, hasta en los momentos de mayor antagonismo entre los
dos seres más importantes de la creación, el hombre descubre una viveza que es
vitalidad y belleza en la mujer como tal mujer: garbo de su cuerpo grácil,
ardiente relampagueo en su mirada, armonía de movimientos, grito de la pasión
en el andar, invitación a la alegría, cordialidad en el momento de la pena; pero
que todo ello va encaminado al mismo fin: a la mujer, a la diosa Minerva como
fenómeno.
El mundo que
representa la mujer andaluza, es el de la vida humana entera empeñada en su
conquista. Y el destino del hombre, su orgullo, puestos de manifiesto en la adoración
que le tiene. El cuerpo de la mujer en Andalucía, con su vestido de fiesta, patentiza
arrogantemente su terrible poder de expresividad. Ondea la cabeza para que su
pelo vuele al viento como si fuera una danza. Pero no existe vulgaridad, no
existe provocación. Todo es noble, puro, apasionado. Como la corriente
impetuosa de un río desbordado, cuyo deber es inundar, o como el fuego o el
viento. Como la diosa Minerva descrita por Ovidio, que cambia su carácter
belicoso, para convertirse en el máximo exponente del género femenino.
Ismael Álvarez de Toledo
Escritor y periodista
http://www.ismaelalvarezdetoledo.com