Sábado 12 de abril de 2014
El reciente anuncio de la compra
por parte del fondo británico de capital riesgo CVC Capital Partners de hasta
un 29,9% (condel capital social de la compañía agroalimentaria Deoleo, la mayor
envasadora de aceite de oliva del mundo, tras el anuncio de venta del 31% de
las acciones por parte de sus propietarios, Bankia, Caixabank, Kutxabank y BMN
(Banco Mare Nostrum cuyo mayor accionista, con un 41%, es Caja Murcia y en el
que Caja Granada tiene una participación del 18%) debiera hacernos reflexionar a
todos ante una cruda realidad.
La cruda realidad es que
Andalucía tiene la triste condición de ser una colonia económica en España en
todos los sectores estratégicos, y el problema es que esta dinámica, después de
treinta y dos años de autogobierno, en lugar de cambiar se ha acentuado.
Seguimos siendo una economía dependiente, y lo que es peor es que en el marco
de la Unión Europea, la libertad de mercados y la globalización, van a seguir
condenándonos a seguir siendo económicamente dependientes.
Alguien, desde Andalucía, debiera
haberse ocupado durante estos años de crear un tejido industrial propio y sobre
todo de defender a ultranza nuestro sector primario, responsable junto con la
agroindustria y la industria turística, de una cuota importante de nuestro PIB.
Y para hacerlo no es preciso establecer, a estas alturas, fórmulas autárquicas
o proteccionistas; se trataría simplemente de participar de forma decidida en
el capital de empresas de nuestros sectores estratégicos o de incentivar con
políticas fiscales para que empresas andaluzas participen en los accionariados
de este tejido empresarial. Nada de eso se ha hecho en el caso de Deoleo ya que
ni el Estado a través de la SEPI ni la Junta de Andalucía a través de IDEA han
movido un dedo.
Muchas han sido en estos años las
empresas que se han deslocalizado en Andalucía, porque su capital social estaba
en manos de multinacionales a las que nada condiciona salvo el máximo beneficio.
A empresas como Roca, Danone, Puleva o Cargill no les ha temblado el pulso a la
hora de cerrar sus fábricas y mandar al
paro a cientos de trabajadores; contando a veces con cuantiosas ayudas públicas
a fondo perdido.
Cada vez son más las empresas
andaluzas en todos los sectores económicos que están en manos de multinacionales
o de grupos empresariales con domicilio fiscal fuera de nuestra tierra. Hemos
perdido el control de nuestro sector energético (el capital de Sevillana de
Electricidad está en manos de la eléctrica italiana ENEL), y sobre todo y esto
es lo más grave, hemos perdido el control de nuestro débil sector público financiero
(Cajasol está controlada por Caixabank, Cajasur por Kutxabank y Caja Granada
por Banco Mare Nostrum). Sin autonomía financiera no puede haber autonomía
política, y en los tiempos que corren sin autonomía energética no se puede ser
competitivo.
Al final estamos sumidos en un
bucle maldito: no se invierte en nuestra tierra porque nuestro sector
industrial no está suficientemente desarrollado y no se desarrolla porque no se
invierte en él. El dinero acudirá, como ha hecho siempre, donde tenga
expectativas claras de beneficio, por eso seguirá acudiendo a las zonas
desarrolladas del país, allí donde se encuentran los lobbys políticos y
empresariales del estado, a saber, el triángulo Madrid-Barcelona-Bilbao.
En la crisis de Deoleo, el
ministro de agricultura, Miguel Arias Cañete, ha manifestado que le preocupa
menos "cuál sea la composición del capital" de Deoleo, que "cuál sea el
proyecto empresarial". Este razonamiento, liberal a ultranza, es una más de las
máximas que nos llevan a ser cada vez más dependientes y una demostración de a
qué intereses sirve el gobierno popular; cómo sino se explica que Bankia o Caja
Granada abandonen nuestro sector aceitero, del que viven miles de familias
andaluzas, cuando han sido rescatados con el dinero de todos.
Políticamente, lo más grave en el
caso de Deoleo, es que al final la Junta de Andalucía no ha hecho nada para que
Deoleo, que es el gigante andaluz en el envasado de aceite, cuente en su
accionariado con un paquete importante que influya en la toma de decisiones. Con
esta decisión hemos perdido una nueva batalla en nuestra deriva de súbditos de
segundo rango, simples comparsas de la economía global. Pero algo si ocurrirá
con seguridad: cuando la nueva multinacional que controlará la comercialización
y se llevará parte de las plusvalías de nuestro aceite, decida que hemos dejado
de ser económicamente rentables, los que no han movido un dedo para evitarlo
seguro que se colocarán detrás de la pancarta para reivindicar los derechos de
los agricultores a los que hoy, una vez más, han olvidado.
Manuel Visglerio Romero
Secretario territorial del PA en Sevilla.
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